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Día litúrgico: Domingo XXVI (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 9,38-43.45.47-48): En aquel tiempo, Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.
»Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga».
«No hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí»
Rev. D. Valentí ALONSO i Roig
(Barcelona, España)
Hoy, según el modelo del realizador de televisión más actual, contemplamos a Jesús poniendo gusanos y fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una descripción del estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la ha llevado allí adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que, conduciendo nuestro automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que vamos bien y vamos a parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y adónde no queríamos ir. Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que desprendernos de cosas aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer entrar en la vida o en el Reino de Dios, aunque sea sin algo de nosotros mismos.
Posiblemente, este Evangelio nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea, que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él.
El mismo Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer nuestras cosas (manos, pies y ojos). Jesús habla de los que escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su proximidad con Jesús, la fe que tiene.
Jesús nos enseña que no hace falta ser de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo salva todo. Es una lección del Evangelio de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos, porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo confío en que me premiará según las suyas».
REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:
Contra la corriente
Buenos días, amigo/a.
A veces lo que aprueban o desaprueban los demás no es lo correcto. Es mejor prestar atención a nuestra conciencia para percibir la verdad. No te dejes esclavizar del temor a lo que dirán los otros. El Cura de Ars decía: “¿Saben cuál es la primera tentación del demonio a una persona que ha decidido a servir mejor a Dios? Es el respeto humano”.
Dos africanos descendían por el río Zambeze en su angosta piragua. Oculto bajo las aguas, un cocodrilo aguardaba su presa. De repente la canoa fue sacudida con violencia. El cocodrilo había hundido sus dientes en un remo. Desequilibrados, los dos remeros cayeron al agua. Ante una muerte segura, trataron de escapar. Uno sabía el consejo de los ancianos: "Si caes en un río donde hay cocodrilos, nada bajo agua río arriba, pues el animal busca su presa aprovechando la corriente". Con gran esfuerzo este hombre salvó su vida. El otro eligió la solución fácil: nadó a favor de la corriente, lo mismo que hizo el cocodrilo. Cayó en sus fauces y fue arrastrado al fondo del río
El peligro está tan presente en un río lleno de cocodrilos como al seguir la corriente de la moda, la opinión pública, los placeres dudosos, el amor al dinero, la popularidad... ¿Andas tú en la dirección correcta, o en el sentido de la corriente? Dios dice: "Hay caminos que parecen rectos; pero al final conducen a la muerte", (Pr 14, 12). Alerta, pues. P. Natalio.
Santoral del Día: SAN JERONIMO
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