Día litúrgico: 31 de Diciembre (Día séptimo de la octava de Navidad)
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Jn 1,1-18): En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él y clama: «Éste era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.
«Y la Palabra se hizo carne»
Rev. D. David COMPTE i Verdaguer
(Manlleu, Barcelona, España)
Hoy es el último día del año. Frecuentemente, una mezcla de sentimientos —incluso contradictorios— susurran en nuestros corazones en esta fecha. Es como si una muestra de los diferentes momentos vividos, y de aquellos que hubiésemos querido vivir, se hiciesen presentes en nuestra memoria. El Evangelio de hoy nos puede ayudar a decantarlos para poder comenzar el nuevo año con empuje.
«La Palabra era Dios (...). Todo se hizo por ella» (Jn 1,1.3). A la hora de hacer el balance del año, hay que tener presente que cada día vivido es un don recibido. Por eso, sea cual sea el aprovechamiento realizado, hoy hemos de agradecer cada minuto del año.
Pero el don de la vida no es completo. Estamos necesitados. Por eso, el Evangelio de hoy nos aporta una palabra clave: “acoger”. «Y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,14). ¡Acoger a Dios mismo! Dios, haciéndose hombre, se pone a nuestro alcance. “Acoger” significa abrirle nuestras puertas, dejar que entre en nuestras vidas, en nuestros proyectos, en aquellos actos que llenan nuestras jornadas. ¿Hasta qué punto hemos acogido a Dios y le hemos permitido entrar en nosotros?
«La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1,9). Acoger a Jesús quiere decir dejarse cuestionar por Él. Dejar que sus criterios den luz tanto a nuestros pensamientos más íntimos como a nuestra actuación social y laboral. ¡Que nuestras actuaciones se avengan con las suyas!
«La vida era la luz» (Jn 1,4). Pero la fe es algo más que unos criterios. Es nuestra vida injertada en la Vida. No es sólo esfuerzo —que también—. Es, sobre todo, don y gracia. Vida recibida en el seno de la Iglesia, sobre todo mediante los sacramentos. ¿Qué lugar tienen en mi vida cristiana?
«A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» (Jn 1,12). ¡Todo un proyecto apasionante para el año que vamos a estrenar!
REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:
El dolor en la vida
Buenos días, amigo/a.
“La lección más importante que puede aprender el hombre en su vida no es que en el mundo hay dolor, sino que depende de nosotros sacar provecho de él, pues se nos ha permitido transformarlo en gozo”, escribió Tagore. Y el cardenal Pironio dijo: “Jesús no anula los tiempos difíciles, tampoco los hace fáciles. Simplemente los convierte en gracia”.
Necesitamos a cada paso en la vida una purificación interior, porque si te descuidas, se meten en tu espíritu fuerzas negativas de tristeza, rencor, vanidad o egoísmo. Dice la Biblia que el Padre Dios a veces nos poda para que demos mejores frutos (Jn 15,2). Sabemos que hay árboles que necesitan poda para no perder fuerza. Ésa es la función que tiene el dolor en nuestra vida. Nos sirve para purificarnos de cosas que enferman o debilitan por dentro, nos ayuda a recordar cuáles son las cosas importantes, nos enseña a valorar mejor la vida y todo lo que tenemos. Cada vez que aparezca algún sufrimiento en tu vida, presta atención para reconocer qué mensaje te trae. P. Víctor Fernández.
San Juan Crisóstomo decía: “cristiano que me escuchas, Jesús es la cabeza, nosotros somos sus miembros, ¿cómo puede ser que, bajo una cabeza doliente y coronada de espinas, haya miembros que rehúyen el dolor, que se apartan de toda molestia, que son incapaces de compartir el sufrimiento de Cristo?” Estas reflexiones te iluminen y fortalezcan. P. Natalio.
Santoral del Día: SAN SILVESTRE - PAPA
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