martes, 30 de junio de 2020

Evangelio del Día Miércoles 1 de Julio de 2020

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Día litúrgico: Miércoles XIII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

«Le rogaron que se retirase de su término»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy contemplamos un triste contraste. “Contraste” porque admiramos el poder y majestad divinos de Jesucristo, a quien voluntariamente se le someten los demonios (señal cierta de la llegada del Reino de los cielos). Pero, a la vez, deploramos la estrechez y mezquindad de las que es capaz el corazón humano al rechazar al portador de la Buena Nueva: «Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término» (Mt 8,34). Y “triste” porque «la luz verdadera (...) vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,9.11).

Más contraste y más sorpresa si ponemos atención en el hecho de que el hombre es libre y esta libertad tiene el “poder de detener” el poder infinito de Dios. Digámoslo de otra manera: la infinita potestad divina llega hasta donde se lo permite nuestra “poderosa” libertad. Y esto es así porque Dios nos ama principalmente con un amor de Padre y, por tanto, no nos ha de extrañar que Él sea muy respetuoso de nuestra libertad: Él no impone su amor, sino que nos lo propone.

Dios, con sabiduría y bondad infinitas, gobierna providencialmente el universo, respetando nuestra libertad; también cuando esta libertad humana le gira las espaldas y no quiere aceptar su voluntad. Al contrario de lo que pudiera parecer, no se le escapa el mundo de las manos: Dios lo lleva todo a buen término, a pesar de los impedimentos que le podamos poner. De hecho, nuestros impedimentos son, antes que nada, impedimentos para nosotros mismos.

Con todo, uno puede afirmar que «frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse “impotente”. Y puede decirse asimismo que Dios está pagando por este gran don [la libertad] que ha concedido a un ser creado por Él a su imagen y semejanza [el hombre]» (San Juan Pablo II). ¡Dios paga!: si le echamos, Él obedece y se marcha. Él paga, pero nosotros perdemos. Salimos ganando, en cambio, cuando respondemos como Santa María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Por las personas que quiero
Buenos días, amigo/a

El Señor quiere que vivas en paz. Es un valor fundamental que debes defender cada día de cualquier cosa que la perturbe. Especialmente del temor por el bien de tus seres queridos. Son pensamientos que asaltan y generan imágenes de peligros, atentados, desastres… Libérate de estas ansiedades dejando al cuidado del Señor estas personas. Y dile, “Jesús, yo confío en ti”.

Aquí estoy otra vez ante ti, Dios mío, para pedirte por las personas que quiero. A veces pierdo la paz cuando me preocupo por ello y temo por lo que les pueda pasar. Pero es imposible tener todo bajo control. Por eso te ruego que mires sus dificultades, que los ayudes y acompañes. Señor, muéstrales el camino para que vivan en paz y tengan la verdadera vida. Los dejo en tus brazos y me quedo sereno, porque allí en tus brazos ellos están seguros y todas sus preocupaciones tendrán un buen fin. Tómalos, Señor, y no los abandones nunca. Amén.

Hay en los salmos invocaciones apropiadas para pedir protección al Señor: “Guárdame, Señor, como a las niñas de tus ojos; a la sombra de tus alas, escóndeme”, (S. 16). “Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo, mi alcázar, mi libertador” (S. 17). Suplicar al Señor, te hará crecer en confianza y humildad, dos virtudes muy sólidas. El Señor te bendiga. P. Natalio.

Santoral del Día: SAN JUNIPERO SERRA


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lunes, 29 de junio de 2020

Evangelio del dia martes 30 de junio de 2020

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Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero Él estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Díceles: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».

«Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»

Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Síntesis de sabiduría
Buenos días, amigo/a.

Intercambiar experiencias entre personas sabias es enriquecedor. Se aprende mucho sin necesidad de sufrirlo en la propia piel. Los clásicos decían, “de lo sucedido a uno sólo, aprendan todos”. Son consejos que debes confrontar con tus experiencias y darles el punto justo, para aprovecharlos con discernimiento. He aquí algunos.

El día más bello... Hoy.  La cosa más fácil... Equivocarse. El obstáculo más grande... El miedo. La raíz de todos los males... El egoísmo. La peor derrota... El desaliento.  La primera necesidad... Comunicarse. Lo que más hace feliz... Ser útil a los demás. El peor defecto... El mal humor. El sentimiento más ruin... El rencor. El regalo más bello... El perdón La sensación más grata... La paz interior. La fuerza más potente del mundo…La fe. Lo más bello de todo... El amor. La distracción más bella... El trabajo.  La persona más peligrosa... La mentirosa. Lo más imprescindible... El hogar. El resguardo más eficaz...El optimismo.  La mayor satisfacción... El deber cumplido. Las personas más necesarias…Los padres. (Madre Teresa de Calcuta).   

“Cometiendo errores, se aprende”, dice el proverbio. Es verdad. Pero es sin duda mejor aprender de los errores, búsquedas, experiencias… de los que ya han transitado los caminos de la vida. Con razón afirmó Benjamín Franklin: “La experiencia es una excelente escuela, en la que lamentablemente no se inscriben los necios”. P. Natalio.

Santoral del Día: SANTOS PROTOMARTIRES DE LA IGLESIA


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domingo, 28 de junio de 2020

Evangelio del Día Lunes 29 de Junio de 2020

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Día litúrgico: 29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»

Mons. Jaume PUJOL i Balcells Arzobispo Emérito de Tarragona y Primado de Cataluña
(Tarragona, España)

Hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo, los cuales fueron fundamentos de la Iglesia primitiva y, por tanto, de nuestra fe cristiana. Apóstoles del Señor, testigos de la primera hora, vivieron aquellos momentos iniciales de expansión de la Iglesia y sellaron con su sangre la fidelidad a Jesús. Ojalá que nosotros, cristianos del siglo XXI, sepamos ser testigos creíbles del amor de Dios en medio de los hombres tal como lo fueron los dos Apóstoles y como lo han sido tantos y tantos de nuestros conciudadanos.

En una de las primeras intervenciones del Papa Francisco, dirigiéndose a los cardenales, les dijo que hemos de «caminar, edificar y confesar». Es decir, hemos de avanzar en nuestro camino de la vida, edificando a la Iglesia y confesando al Señor. El Papa advirtió: «Podemos caminar tanto como queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, alguna cosa no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, esposa del Señor».

Hemos escuchado en el Evangelio de la misa un hecho central para la vida de Pedro y de la Iglesia. Jesús pide a aquel pescador de Galilea un acto de fe en su condición divina y Pedro no duda en afirmar: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Inmediatamente, Jesús instituye el Primado, diciendo a Pedro que será la roca firme sobre la cual se edificará la Iglesia a lo largo de los tiempos (cf. Mt 16,18) y dándole el poder de las llaves, la potestad suprema.

Aunque Pedro y sus sucesores están asistidos por la fuerza del Espíritu Santo, necesitan igualmente de nuestra oración, porque la misión que tienen es de gran trascendencia para la vida de la Iglesia: han de ser fundamento seguro para todos los cristianos a lo largo de los tiempos; por tanto, cada día nosotros hemos de rezar también por el Santo Padre, por su persona y por sus intenciones.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Honestidad política
Buenos días, amigo/a.

Los puestos públicos están para servir a la comunidad. Para ofrecer un buen servicio se requiere sentido del deber, compromiso con los principios y querer a la gente. El servicio de calidad debe ser permanente, con cada persona. La Patria necesita estos servidores. Cada uno encienda su lucecita y las tinieblas comenzarán a retirarse.

El cónsul romano Cayo Fabricio fue célebre por su sencillez, honestidad y desinterés. Luchó contra pueblos vecinos y contra Pirro, rey de Epiro. Perdida una batalla, fue enviado por Roma a negociar el rescate de los prisioneros. Pirro lo recibió con grandes honores e insistió para que aconsejara al Senado a aceptar la paz, pero Fabricio se negó. Entonces Pirro le ofreció tentadores sobornos y, aunque Fabricio era pobre, se negó decididamente. Pirro para probarlo, mandó poner un elefante detrás del romano sin que éste lo advirtiera y que bramase ruidosamente. Fabricio ni siquiera se inmutó y Pirro, admirado, ordenó liberar los prisioneros sin rescate. El nombre de este magistrado se ha hecho proverbial para designar a una persona que, a pesar de su elevada condición política, permanece pobre e íntegro.

Para vivir en una Patria noble y digna cada ciudadano debe aportar su conducta honesta. A veces la falta de integridad se quiere justificar diciendo que todos actúan así; o que es la única forma de salir adelante. Es necesario vivir según los principios: es la única manera de levantar el nivel moral de nuestra sociedad. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN PEDRO Y SAN PABLO, APOSTOLES


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sábado, 27 de junio de 2020

Evangelio del Día Domingo 28 de Junio de 2020

SIN AUDIO

Día litúrgico: Domingo XIII (A) del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 10,37-42): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

»Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

«El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe»

P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, al escuchar de boca de Jesús: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí…» (Mt 10,37) quedamos desconcertados. Ahora bien, al profundizar un poco más, nos damos cuenta de la lección que el Señor quiere transmitirnos: para el cristiano, el único absoluto es Dios y su Reino. Cada cual debe descubrir su vocación —posiblemente esta es la tarea más delicada de todas— y seguirla fielmente. Si un cristiano o cristiana tienen vocación matrimonial, deben ver que llevar a cabo su vocación consiste en amar a su familia tal como Cristo ama a la Iglesia.

La vocación a la vida religiosa o al sacerdocio pide no anteponer los vínculos familiares a los de la fe, si con ello no faltamos a los requisitos básicos de la caridad cristiana. Los vínculos familiares no pueden esclavizar y ahogar la vocación a la que somos llamados. Detrás de la palabra “amor” puede esconderse un deseo posesivo del otro que le quita libertad para desarrollar su vida humana y cristiana; o el miedo a salir del nido familiar y enfrentarse a las exigencias de la vida y de la llamada de Jesús a seguirlo. Es esta deformación del amor la que Jesús nos pide transformar en un amor gratuito y generoso, porque, como dice san Agustín: «Cristo ha venido a transformar el amor».

El amor y la acogida siempre serán el núcleo de la vida cristiana, hacia todos y, sobre todo, hacia los miembros de nuestra familia, porque habitualmente son los más cercanos y constituyen también el “prójimo” que Jesús nos pide amar. En la acogida a los demás está siempre la acogida a Cristo: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe» (Mt 11,40). Debemos ver, pues, a Cristo en aquellos a quien servimos, y reconocer igualmente a Cristo servidor en quienes nos sirven.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Yo he sentido, Señor

 Buenos días, amigo/a

La oración auténtica es un encuentro con Dios. Por ella te acercas a la realidad de un Dios vivo, cercano, presente: un Dios persona. El núcleo de la oración es saber escuchar a Dios, porque el personaje clave en este diálogo de amor, no soy yo, sino Dios. La actitud de humilde escucha es una prueba de amor: es abrirse a la voluntad de un Dios que ilumina.


Yo he sentido, Señor, tu voz amante, en el misterio de las noches bellas,
y en el suave temblor de las estrellas la armonía gocé de tu semblante.

No me llegó tu acento amenazante entre el fragor de trueno y de centellas;
al ánima llamaron tus querellas como el tenue vagido de un infante.

¿Por qué no obedecí cuando te oía? ¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
y hundirme en las tinieblas del vacío?

Haz, mi dulce Señor, que en la serena noche vuelva a escuchar tu cantilena;
¡ya no seré cobarde, Padre mío! 


Para disponerte a escuchar, puedes presentar al Señor alguna pregunta que centre tu atención e impida cualquier divagación. Por ejemplo, puedes decirle: Señor, ¿qué quieres de mí en esta situación? O bien, ¿qué deseas insinuarme con esta página del Evangelio? Si al orar buscas con decisión la voluntad de Dios, tu vida cristiana crecerá solidamente. P. Natalio.

Santoral del Día: SAN IRINEO


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viernes, 26 de junio de 2020

Evangelio del Dìa Sàbado 27 de junio de 2020

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Día litúrgico: Sábado XII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 8,5-17): En aquel tiempo, al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes». Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído». Y en aquella hora sanó el criado.

Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades».

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano»

Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé
(Lleida, España)

Hoy, en el Evangelio, vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).

Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).

¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

El ratón miedoso
Buenos días, amigo/a

Temor a los ascensores, horror a hablar en público, terror a los aviones, éstas son algunas de las fobias que afectan al hombre moderno. Un sudor frío recorre la espalda, siente dificultad en respirar, las manos comienzan a temblar y no hay forma de controlarlas, etc. Estos son los efectos de la angustia del miedo. Pero hay solución para esta debilidad sicológica.

En la India se cuenta una antigua fábula: había un ratón que estaba siempre angustiado, porque tenía miedo al gato. Un hechicero se compadeció de él y lo convirtió... en gato. Pero entonces empezó a sentir miedo del perro. Entonces el mago lo convirtió en perro. Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el mago lo convirtió en pantera. Con lo cual comenzó a temer al cazador. Llegado a este punto, el mago se dio por vencido y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: “Nada de lo que haga por ti va a servirte de ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un ratón”.

Además de las terapias profesionales, yo te sugiero la sanación profunda de tus miedos por la oración hecha con fe. Repite y siente estas palabras sagradas: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?” (Sal 27). “Sé valiente y firme, porque yo, el Señor, tu Dios, estaré contigo dondequiera que vayas», (Jos. 1,1-8). El Señor te protege y bendice. P. Natalio.

Santoral del Dìa:  SAN CIRILO DE ALEJANDRIA


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jueves, 25 de junio de 2020

Evangelio del día viernes 26 de junio de 2020

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Día litúrgico: Viernes XII del tiempo ordinario

Ver santoral
26 de Junio: San Josemaría, presbítero
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 8,1-4): En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante Él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Él extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: «Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio».

«Señor, si quieres puedes limpiarme»

Rev. D. Xavier ROMERO i Galdeano
(Cervera, Lleida, España)

Hoy, el Evangelio nos muestra un leproso, lleno de dolor y consciente de su enfermedad, que acude a Jesús pidiéndole: «Señor, si quieres puedes limpiarme» (Mt 8,2). También nosotros, al ver tan cerca al Señor y tan lejos nuestra cabeza, nuestro corazón y nuestras manos de su proyecto de salvación, tendríamos que sentirnos ávidos y capaces de formular la misma expresión del leproso: «Señor, si quieres puedes limpiarme» (Mt 8,2).

Ahora bien, se impone una pregunta: Una sociedad que no tiene conciencia de pecado, ¿puede pedir perdón al Señor? ¿Puede pedirle purificación alguna? Todos conocemos mucha gente que sufre y cuyo corazón está herido, pero su drama es que no siempre es consciente de su situación personal. A pesar de todo, Jesús continúa pasando a nuestro lado, día tras día (cf. Mt 28,20), y espera la misma petición: «Señor, si quieres...» (cf. Mt 8,2). No obstante, también nosotros debemos colaborar. San Agustín nos lo recuerda en su clásica sentencia: «Aquél que te creó sin ti, no te salvará sin ti». Es necesario, pues, que seamos capaces de pedir al Señor que nos ayude, que queramos cambiar con su ayuda.

Alguien se preguntará: ¿por qué es tan importante darse cuenta, convertirse y desear cambiar? Sencillamente porque, de lo contrario, seguiríamos sin poder dar una respuesta afirmativa a la pregunta anterior, en la que decíamos que una sociedad sin conciencia de pecado difícilmente sentirá deseos o necesidad de buscar al Señor para formular su petición de ayuda.

Por eso, cuando llega el momento del arrepentimiento, el momento de la confesión sacramental, es preciso deshacerse del pasado, de las lacras que infectan nuestro cuerpo y nuestra alma. No lo dudemos: pedir perdón es un gran momento de iniciación cristiana, porque es el momento en que se nos cae la venda de los ojos. ¿Y si alguien se da cuenta de su situación y no quiere convertirse? Dice un refrán popular: «No hay peor ciego que el que no quiere ver».

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Alabemos a Dios
Buenos días, amigo/a

Te ofrezco hoy un himno de vibrante sonoridad y perfecto ritmo. Es un hermoso poema que nos invita a comenzar el día con alabanzas y súplicas a un Dios que salva y conforta, ayuda y consuela.

Alabemos a Dios que, en su Palabra, nos revela el designio salvador,

y digamos en súplica confiada: «Renuévame por dentro, mi Señor.»

No cerremos el alma a su llamada ni dejemos que arraigue el desamor;

aunque dura es la lucha, su palabra será bálsamo suave en el dolor.



Caminemos los días de esta vida como tiempo de Dios y de oración;

él es fiel a la alianza prometida: «Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios.»

Tú dijiste, Jesús, que eras camino para llegar al Padre sin temor;

concédenos la gracia de tu Espíritu que nos lleve al encuentro del Señor.


Me impresionó la súplica, “Renuévame por dentro, mi Señor”, resonancia del salmo 51 que dice: “¡Oh Dios, crea en mi un corazón puro, y renuévame por dentro con espíritu firme”! El salmo 51 es el mejor de los salmos penitenciales: cánticos adecuados para expresar al Señor nuestro sincero arrepentimiento. Profundiza, repitiéndola, la frase que más te conmovió. P. Natalio.

Santoral del Día: SAN JOSEMARIA ESCRIVA DE BALAGUER


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miércoles, 24 de junio de 2020

Evangelio del Día Jueves 25 de junio de 2020

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Día litúrgico: Jueves XII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’.

»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.

«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos»

Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu
(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy nos impresiona la afirmación rotunda de Jesús: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Por lo menos, esta afirmación nos pide responsabilidad en nuestra condición de cristianos, al mismo tiempo que sentimos la urgencia de dar buen testimonio de la fe.

Edificar la casa sobre roca es una imagen clara que nos invita a valorar nuestro compromiso de fe, que no puede limitarse solamente a bellas palabras, sino que debe fundamentarse en la autoridad de las obras, impregnadas de caridad. Uno de estos días de junio, la Iglesia recuerda la vida de san Pelayo, mártir de la castidad, en el umbral de la juventud. San Bernardo, al recordar la vida de Pelayo, nos dice en su tratado sobre las costumbres y ministerio de los obispos: «La castidad, por muy bella que sea, no tiene valor, ni mérito, sin la caridad. Pureza sin amor es como lámpara sin aceite; pero dice la sabiduría: ¡Qué hermosa es la sabiduría con amor! Con aquel amor del que nos habla el Apóstol: el que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera».

La palabra clara, con la fuerza de la caridad, manifiesta la autoridad de Jesús, que despertaba asombro en sus conciudadanos: «La gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas» (Mt 7,28-29). Nuestra plegaria y contemplación de hoy, debe ir acompañada por una reflexión seria: ¿cómo hablo y actúo en mi vida de cristiano? ¿Cómo concreto mi testimonio? ¿Cómo concreto el mandamiento del amor en mi vida personal, familiar, laboral, etc.? No son las palabras ni las oraciones sin compromiso las que cuentan, sino el trabajo por vivir según el Proyecto de Dios. Nuestra oración debería expresar siempre nuestro deseo de obrar el bien y una petición de ayuda, puesto que reconocemos nuestra debilidad.

-Señor, que nuestra oración esté siempre acompañada por la fuerza de la caridad.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Dos amigos y un oso




Buenos días, amigo/a.



La amistad es la capacidad de preocuparse por una persona hasta el punto de sufrir cuando ella sufre y de sentir su alegría cuando esta llega. La amistad es estar dispuesto a dar sin pensar en recibir nada a cambio, a prestar tu apoyo cuando el otro está débil, a darle tu sonrisa cuando él ha perdido la suya.



Dos amigos iban juntos por un mismo camino. De pronto se les apareció un oso. Uno se subió en seguida a un árbol, ocultándose muy bien. El otro, menos ágil, sólo pudo tirarse al suelo y contener la respiración para fingirse muerto. El oso se le acercó y lo olió por todas partes, abandonándolo luego, convencido de que se trataba de un cadáver. Cuando el animal estuvo bien lejos, el hombre que había estado escondido en el árbol bajó y le preguntó a su amigo qué le había dicho el oso. –Que en adelante no vaya jamás con amigos que me dejen solo ante el peligro. Esopo.



Un amigo es alguien que se interesa por todo lo que haces y piensas. A él acudes en los buenos y en los malos tiempos. Comprende todo lo que haces. Te dice la verdad sobre ti mismo. Se niega a escuchar habladurías sobre ti. Un amigo es alguien que te apoya siempre especialmente en las situaciones difíciles. P. Natalio.

Santoral del Día:  SANTA FREBONIA


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martes, 23 de junio de 2020

Evangelio del Día miércoles - 24/06/2020

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Día litúrgico: 24 de Junio: El Nacimiento de san Juan Bautista

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.

Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

«El niño crecía y su espíritu se fortalecía»

Rev. D. Joan MARTÍNEZ Porcel
(Barcelona, España)

Hoy, celebramos solemnemente el nacimiento del Bautista. San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre. ¡Juan Bautista es un gran hombre!, el mayor de los nacidos de mujer, así lo elogiará Jesús; pero solamente es el precursor de Cristo.

Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista: «El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lc 1,80). Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad. Con nuestro conocimiento de Juan, podemos responder a la pregunta de sus contemporáneos: «¿Qué será este niño?» (Lc 1,66).

Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros; san Agustín nos dice: «Admira a Juan cuanto te sea posible, pues lo que admiras aprovecha a Cristo. Aprovecha a Cristo, repito, no porqué tú le ofrezcas algo a Él, sino para progresar tú en Él». En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Camino de una vida digna

Buenos días, amigo/a.

El Decálogo es la Carta Magna de la dignidad humana, una clara prueba del amor de Dios. Si analizas el decálogo al resplandor de esta luz, descubrirás que Dios te ama y busca tu paz, equilibrio y felicidad. Cuando nos ponemos con sinceridad frente a la ley de Dios, surge una convicción interior terminante: “¡Sí, así debe ser una vida digna!”

Alcanzan una vida digna quienes no se dejan atrapar “por otros dioses”, (tan abundantes en la vida moderna); los que siguen respetando el nombre de Dios; los que gozan dando un espacio semanal a la tarea de levantar la vista al cielo y sentirse resucitados; los que saben ubicar la relación de amor a la que se refiere el 4º, 6º y 9º mandamientos en el marco del Amor con mayúscula; los que se sienten más vivos promoviendo la vida; los que no sólo respetan los bienes ajenos sino que comparten los propios; los que se comunican con el prójimo sin doblez ni hipocresía. Pensemos qué paraíso sería esta vida si tuviésemos en cuenta esos “diez indicadores” de felicidad. (Aportes).

Los semáforos, las barreras en el paso a nivel, las ordenanzas que regulan la vida en una ciudad, no están en contra del ciudadano sino a favor de él. Amigo/a, piensa con madurez y sensatez: el Decálogo es para el bien del hombre. Dios no quiere limitar tu libertad, sino liberarte de las pasiones y caprichos. ¡Alabemos la bondad del Señor! P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN JUAN BAUTISTA- SU NACIMIENTO


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lunes, 22 de junio de 2020

Evangelio del Día Martes 23 de Junio de 2020

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Día litúrgico: Martes XII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».

«No deis a los perros lo que es santo»

Diácono D. Evaldo PINA FILHO
(Brasilia, Brasil)

Hoy, el Señor nos hace tres recomendaciones. La primera, «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos» (Mt 7,6), contrastes en que los “bienes” son asociados a “perlas” y lo “que es santo”; y, por otro lado, los “perros y puercos” a lo que es impuro. San Juan Crisóstomo nos enseña que «nuestros enemigos son iguales a nosotros en su naturaleza pero no en su fe». A pesar de que los beneficios terrenales son concedidos de igual manera a los dignos e indignos, no es así en lo que se refiere a las “gracias espirituales”, privilegio de aquellos que son fieles a Dios. La correcta distribución de los bienes espirituales implica un celo por las cosas sagradas.

La segunda es la llamada “regla de oro” (cf. Mt 7,12), que compendiaba todo lo que la Ley y los Profetas recomendaron, tal como ramas de un único árbol: El amor al prójimo presupone el Amor a Dios, y de Él proviene.

Hacer al prójimo lo que queremos que nos hagan implica una transparencia de acciones para con el otro, en el reconocimiento de su semejanza a Dios, de su dignidad. ¿Por qué razón deseamos el Bien para nosotros mismos? Porque lo reconocemos como medio de identificación y unión con el Creador. Siendo el Bien el único medio para la vida en plenitud, es inconcebible su ausencia en nuestra relación con el prójimo. No hay lugar para el bien donde prevalezca la falsedad y predomine el mal.

Por último, la "puerta estrecha"... El Papa Benedicto XVI nos pregunta: «¿Qué significa esta ‘puerta estrecha’? ¿Por qué muchos no pueden pasar por ella? ¿Es un pasaje reservado para algunos elegidos?». ¡No! El mensaje de Cristo «nos dice que todos podemos entrar en la vida. El pasaje es ‘estrecho’, pero abierto a todos; ‘estrecho’ porque es exigente, requiere compromiso, abnegación, mortificación del propio egoísmo».

Roguemos al Señor que realizó la salvación universal con su muerte y resurrección, que nos reúna a todos en el Banquete de la vida eterna.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

El pozo de agua
Buenos días, amigo/a

Conocerme a mí mismo es llave de sabiduría, porque desde mi realidad personal puedo crecer y superarme. Epitecto, filósofo griego, escribió: “La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos, la cosa más fácil, hablar mal de los demás”. Conocerte es encontrarte con tu realidad: límites y fortalezas. Ten un tiempo para evaluarte serenamente.

Un hombre se acercó a un monje y le preguntó: —¿Qué es lo que aprendes en tu vida de silencio? El monje estaba sacando agua de un pozo y dijo al visitante: —Mira allá abajo, en el fondo del pozo. ¿Qué ves? El hombre miró no vio nada. —No veo nada, dijo. Después de un tiempo en que el monje estuvo absolutamente quieto, el monje dijo de nuevo al visitante: —Mira ahora. ¿Qué ves en el pozo? El hombre obedeció y respondió: —Ahora me veo a mí mismo: el agua es mi espejo. El monje le dijo: —Ves, cuando sumerjo el cubo, el agua se agita; ahora, en cambio, el agua está tranquila. Esta es la experiencia del silencio: el hombre se ve a sí mismo.

Conocer tus fortalezas y debilidades, está en la base del crecimiento armónico como persona. Con un ojo en tus virtudes para conservarlas y darles brillo, y con el otro ojo en tus debilidades para neutralizarlas, afronta con esperanza esa labor cotidiana de realizar el proyecto de Dios sobre tu vida. Para eso busca un tiempo de silencio y reflexión. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN JOSE CAFASSO


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domingo, 21 de junio de 2020

Evangelio del Día Lunes 22 de junio de 2020

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Día litúrgico: Lunes XII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

«Con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá»

Rev. D. Jordi POU i Sabater
(Sant Jordi Desvalls, Girona, España)

Hoy, el Evangelio me ha recordado las palabras de la Mariscala en El caballero de la Rosa, de Hug von Hofmansthal: «En el cómo está la gran diferencia». De cómo hagamos una cosa cambiará mucho el resultado en muchos aspectos de nuestra vida, sobre todo, la espiritual.

Jesús dice: «No juzguéis, para que no seáis juzgados» (Mt 7,1). Pero Jesús también había dicho que hemos de corregir al hermano que está en pecado, y para eso es necesario haber hecho antes algún tipo de juicio. San Pablo mismo en sus escritos juzga a la comunidad de Corinto y san Pedro condena a Ananías y a su esposa por falsedad. A raíz de esto, san Juan Crisóstomo justifica: «Jesús no dice que no hemos de evitar que un pecador deje de pecar, hemos de corregirlo sí, pero no como un enemigo que busca la venganza, sino como el médico que aplica un remedio». El juicio, pues, parece que debiera hacerse sobre todo con ánimo de corregir, nunca con ánimo de venganza.

Pero todavía más interesante es lo que dice san Agustín: «El Señor nos previene de juzgar rápida e injustamente (...). Pensemos, primero, si nosotros no hemos tenido algún pecado semejante; pensemos que somos hombres frágiles, y [juzguemos] siempre con la intención de servir a Dios y no a nosotros». Si cuando vemos los pecados de los hermanos pensamos en los nuestros, no nos pasará, como dice el Evangelio, que con una viga en el ojo queramos sacar la brizna del ojo de nuestro hermano (cf. Mt 7,3).

Si estamos bien formados, veremos las cosas buenas y las malas de los otros, casi de una manera inconsciente: de ello haremos un juicio. Pero el hecho de mirar las faltas de los otros desde los puntos de vista citados nos ayudará en el cómo juzguemos: ayudará a no juzgar por juzgar, o por decir alguna cosa, o para cubrir nuestras deficiencias o, sencillamente, porque todo el mundo lo hace. Y, para acabar, sobre todo tengamos en cuenta las palabras de Jesús: «Con la medida con que midáis se os medirá» (Mt 7,2).

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Vigilancia del corazón

Buenos días, amigo/a.

Jesús llamó felices a los puros de corazón porque ellos verán a Dios. El salmista dijo que sólo los de manos limpias y puro corazón pueden presentarse delante del Señor. Esa limpieza del alma Dios nos la ha confiado a nosotros y nos presta toda la ayuda que le pidamos con tal finalidad. Cuida por lo tanto tus pensamientos y sentimientos.

Como quien está alerta para que no entren en su habitación animales indeseables: una araña, un ratón, una serpiente, mantén la vigilancia sobre tu corazón para que no se arraigue en él la vanidad, la envi­dia, o el odio. Si un compañero es más alto que tú, o aprende las lecciones con mayor fa­cilidad, o posee un hermoso traje, trátalo con igual cariño que a los demás, no desees humillarlo, no fomentes ante él fas­tidio. El vanidoso y arrogante es un ser hueco con una idea disparatada de su valer. La persona madura admira el mérito ajeno, y compadece al ignorante y al extraviado. El odio y la envidia son gusanos que nacen y crecen dentro del corazón y que devoran sus más nobles fibras.

La rectitud y belleza del alma dependen de esta vigilancia del corazón. En Génesis 17, 1, se refiere que Dios dijo a Abrahán: “Camina en mi presencia y sé perfecto”. Nada mejor pues que vivir delante de aquél que “es luz y en quien no existe tiniebla alguna”, para que su luminosidad nos ayude a tener un corazón recto, noble, justo. P. Natalio. 

Santoral del Día:  SANTO TOMAS MORO


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Evangelio del Día Domingo 21/06/2020

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Día litúrgico: Domingo XII (A) del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 10,26-33): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados.

»Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos.

»Porque todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos».

«No temáis a los que matan el cuerpo»

P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, después de elegir a los doce, Jesús los envía a predicar y los instruye. Les advierte acerca de la persecución que posiblemente sufrirán y les aconseja cuál debe ser su actitud: «No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10,28). El relato de este domingo desarrolla el tema de la persecución por Cristo con un estilo que recuerda la última Bienaventuranza del Sermón de la Montaña (cf. Mt 5,11).

El discurso de Jesús es paradójico: por un lado dice dos veces “no temáis”, y nos presenta un Padre providente que tiene solicitud incluso por los pajarillos del campo; pero por otra parte, no nos dice que este Padre nos ahorre las contrariedades, más bien lo contrario: si somos seguidores suyos, muy posiblemente tendremos la misma suerte que Él y los demás profetas. ¿Cómo entender esto, pues? La protección de Dios es su capacidad de dar vida a nuestra persona (nuestra alma), y proporcionarle felicidad incluso en las tribulaciones y persecuciones. Él es quien puede darnos la alegría de su Reino que proviene de una vida profunda, experimentable ya ahora y que es prenda de vida eterna: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).

Confiar en que Dios estará junto a nosotros en los momentos difíciles nos da valentía para anunciar las palabras de Jesús a plena luz, y nos da la energía capaz de obrar el bien, para que por medio de nuestras obras la gente pueda dar gloria al Padre celestial. Nos enseña san Anselmo: «Hacedlo todo por Dios y por aquella feliz y eterna vida que nuestro Salvador se digna concederos en el cielo».

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Ser más sanos

Buenos días, amigo/a

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás. encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.

Padecemos una especie de subdesarrollo emocional que nos impulsa a ciertas conductas autodestructivas, tanto en nuestra vida pública como privada. Nos urge encontrar un camino que nos permita hallar una manera de ser más sanos, y ese camino está íntimamente relacionado con el amor y la espiritualidad. El amor es el mejor símbolo de la salud del hombre, es todo lo opuesto a la agresión, al miedo y a la paranoia, que a su vez representan la patología que nos desune. (Claudio Naranjo).

La regla de oro de las grandes religiones es el amor al prójimo. En el libro de Tobías el anciano ciego, sintiéndose cercano a la muerte, dio preciosos consejos a su hijo. Entre ellos se destaca: “Haz a los demás lo que te agrada que hagan a ti”. Norma fundamental; observarla te dará pacíficas y muy gratas relaciones con tus semejantes. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN LUIS GONZAGA


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viernes, 19 de junio de 2020

Evangelio del Día Sábado 20 de junio de 2020

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Día litúrgico: El Corazón Inmaculado de María (Sábado después del Domingo II después de Pentecostés)

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 2,41-51): Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

«Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells
(Salt, Girona, España)

Hoy celebramos la memoria del Corazón Inmaculado de María. Un corazón sin mancha, lleno de Dios, abierto totalmente a obedecerle y escucharle. El corazón, en el lenguaje de la Biblia, se refiere a lo más profundo de la persona, de donde emanan todos sus pensamientos, palabras y obras. ¿Qué emana del corazón de María? Fe, obediencia, ternura, disponibilidad, espíritu de servicio, fortaleza, humildad, sencillez, agradecimiento, y toda una estela inacabable de virtudes.

¿Por qué? La respuesta la encontramos en las palabras de Jesús: «Donde está tu tesoro allí estará tu corazón» (Mt 6,21). El tesoro de María es su Hijo, y en Él tiene puesto todo su corazón; los pensamientos, palabras y obras de María tienen como origen y como fin contemplar y agradar al Señor.

El Evangelio de hoy nos da una buena muestra de ello. Después de narrarnos la escena del niño Jesús perdido y hallado en el templo, nos dice que «su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón» (Lc 2,51). San Gregorio de Nisa comenta: «Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado». ¿Qué guarda María en su corazón? Desde la Encarnación hasta la Ascensión de Jesús al cielo, pasando por las horas amargas del Calvario, son tantos y tantos recuerdos meditados y profundizados: la alegría de la visita del ángel Gabriel manifestándole el designio de Dios para Ella, el primer beso y el primer abrazo a Jesús recién nacido, los primeros pasos de su Hijo en la tierra, ver cómo iba creciendo en sabiduría y en gracia, su “complicidad” en las bodas de Caná, las enseñanzas de Jesús en su predicación, el dolor salvador de la Cruz, la esperanza en el triunfo de la Resurrección...

Pidámosle a Dios tener el gozo de amarle cada día de un modo más perfecto, con todo el corazón, como buenos hijos de la Virgen.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Cómo ponerse en actividad
Buenos días, amigo/a.

¿Cómo movilizarte para no caer en peligrosos períodos de dejadez que podrían frustrar tus mejores sueños? Se trata de hacer periódicamente una lista de lo que deseas o debes hacer. Uno puede tener memoria, sin embargo, hacer una lista de tareas es como un llamado permanente a realizar lo que te has propuesto.

Estas listas te dinamizarán. Encarrilan las ideas en acciones concretas. Ayudan a poner los pies sobre la tierra. Son una excelente ayuda–memoria. Se aprovecha mucho mejor el tiempo. Es gratificante volver a leer las listas y comprobar tantas tareas realizadas y los muchos obstáculos superados. Releyendo listas del pasado surgen buenas ideas para el presente. Se superan con mayor facilidad las indecisiones, confusiones y dudas. Son un estímulo para la voluntad de acción.

En una gran ciudad hicieron un estudio sobre las 30 personas más eficientes de esa comunidad. Entre los rasgos comunes, todos, absolutamente todos, confeccionaban sus listas de tareas a realizar. Que esto sea para ti un hábito que lleves por meses y años, siempre. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN JUAN DE MATERA


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jueves, 18 de junio de 2020

Evangelio del Día Viernes - 19/06/2020

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Día litúrgico: Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (A)

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 11,25-30): En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

«Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso»

Rev. D. Antoni DEULOFEU i González
(Barcelona, España)

Hoy, cuando nos encontremos cansados por el quehacer de cada día —porque todos tenemos cargas pesadas y a veces difíciles de soportar— pensemos en estas palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Reposemos en Él, que es el único que nos puede descansar de todo lo que nos preocupa, y así encontrar la paz y todo el amor que no siempre nos da el mundo.

El descanso auténticamente humano necesita una dosis de “contemplación”. Si elevamos los ojos al cielo y rogamos con el corazón, y somos sencillos, seguro que encontraremos y veremos a Dios, porque allí está («Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo»: Mt 11,25). Pero no sólo está allí, encontrémosle también en el “suave yugo” de las pequeñas cosas de cada día: veámoslo en la sonrisa de aquel niño pequeño lleno de inocencia, en la mirada agradecida de aquel enfermo que hemos visitado, en los ojos de aquel pobre que nos pide nuestra ayuda, nuestra bondad…

Reposemos todo nuestro ser, y confiémonos plenamente a Dios que es nuestra única salvación y salvación del mundo. Tal como lo recomendaba San Juan Pablo II, para reposar verdaderamente, nos es necesario dirigir «una mirada llena de gozosa complacencia [al trabajo bien hecho]: una mirada “contemplativa”, que ya no aspira a nuevas obras, sino más bien a gozar de la belleza de lo que se ha realizado» en la presencia de Dios. A Él, además, hay que dirigirle una acción de gracias: todo nos viene del Altísimo y, sin Él, nada podríamos hacer.

Precisamente, uno de los grandes peligros actuales es que «el nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que frecuentemente desemboca en el activismo, con el fácil riesgo del “hacer por hacer”. Hemos de resistir esta tentación buscando “ser” antes que “hacer”» (San Juan Pablo II). Porque, en realidad, como nos dice Jesús, sólo hay una cosa necesaria (cf. Lc 10,42): «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí (…) y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,29).

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Llamas de amor

Buenos días, amigo/a.

La gente no se da cuenta de lo que es el Purgatorio. No conciben esa dolorosa purificación, ni tienen idea de los largos años que las almas son retenidas para expiar las penas de sus pecados. Por lo tanto, poco o nada hacen para evitar el Purgatorio, y aún peor, ignoran a las almas que ya están allí y cuya salvación dependen de nuestra caridad.

En una ocasión en que San Gregorio celebraba la Misa, al elevar la Hostia, se quedó con ella en lo alto por un largo rato. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y el les respondió: "Sucedió que, mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, veía que las benditas almas del Purgatorio obtenían solaz y descanso".

El Purgatorio es necesario porque pocas personas se abren tan perfectamente a la gracia de Dios como para morir limpios y poder ir enseguida al Cielo. Por eso muchos van al purgatorio donde los de Jesús completan la purificación. Las almas en el purgatorio pueden ser asistidas con nuestras oraciones. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN ROMUALDO


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