viernes, 4 de diciembre de 2020

Evangelio del Día Sábado 5 de diciembre de 2020

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https://youtu.be/ktcQ4aoMA5Y


Sábado I de Adviento


Texto del Evangelio (Mt 9,35-10,1.6-8): En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».


Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis».

«Rogad (...) al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies»


Rev. D. Xavier PAGÉS i Castañer

(Barcelona, España)

Hoy, cuando ya llevamos una semana dentro del itinerario de preparación para la celebración de la Navidad, ya hemos constatado que una de las virtudes que hemos de fomentar durante el Adviento es la esperanza. Pero no de una manera pasiva, como quien espera que pase el tren, sino una esperanza activa, que nos mueve a disponernos poniendo de nuestra parte todo lo que sea necesario para que Jesús pueda nacer de nuevo en nuestros corazones.


Pero hemos de tratar de no conformarnos sólo con lo que nosotros esperamos, sino —sobre todo— ir a descubrir qué es lo que Dios espera de nosotros. Como los doce, también nosotros estamos llamados a seguir sus caminos. Ojalá que hoy escuchemos la voz del Señor que —por medio del profeta Isaías— nos dice: «El camino es éste, síguelo» (Is 30,21, de la primera lectura de hoy). Siguiendo cada uno su camino, Dios espera de todos que con nuestra vida anunciemos «que el Reino de Dios está cerca» (Mt 10,7).


El Evangelio de hoy nos narra cómo, ante aquella multitud de gente, Jesús tuvo compasión y les dijo: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9,37-38). Él ha querido confiar en nosotros y quiere que en las muy diversas circunstancias respondamos a la vocación de convertirnos en apóstoles de nuestro mundo. La misión para la que Dios Padre ha enviado a su Hijo al mundo requiere de nosotros que seamos sus continuadores. En nuestros días también encontramos una multitud desorientada y desesperanzada, que tiene sed de la Buena Nueva de la Salvación que Cristo nos ha traído, de la que nosotros somos sus mensajeros. Es una misión confiada a todos. Conocedores de nuestras flaquezas y handicaps, apoyémonos en la oración constante y estemos contentos de llegar a ser así colaboradores del plan redentor que Cristo nos ha revelado.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

El auto no le arrancaba…

Buenos días, amigo/a

Los Niños Exploradores se comprometen hacer al menos una buena acción cada día. Como esos chicos, conviene que te entrenes en este ejercicio cotidiano: cada uno de estos actos son como ladrillos de una maravillosa construcción que emprendes para alegría de Dios que goza ver que sus hijos desarrollan sus dones con generosidad.

En medio del camino, ya cerca del pueblo, se encontraba parado un automóvil, con el capó levantado y, casi medio adentro, el dueño tratando de hacerlo arrancar de cualquier manera. Toca cables, mira la batería, saca y pone tornillos, y no hay caso. En eso se cruza un borracho y le pregunta: —¿No le arranca? —¿Y no ve que no? ¡Y lo que me da más bronca es que estoy a tres kilómetros miserables del pueblo y no puedo llegar! —¿Y por qué no le pone una pila? —Pero, ¿qué dice, hombre? Pero ¿qué tendrán que ver las pilas, si éste es un motor a nafta? Se afirma mejor el borracho y le contesta: —¡No, yo decía una pila de tontos, para que lo empujen hasta el poblado!

Este hombre, entregado a la bebida, que se ríe con cinismo de los que prestan ayuda a los demás, sin duda es el “avivato” y “ventajita” del dicho popular: “El vivo vive del sonso, y el sonso de su trabajo”. ¿Y dónde ha venido a parar? Ahoga en el vino la profunda angustia existencial que arrastran todos los egoístas. El amor es servicio y el servicio es alegría. P. Natalio.


Santoral del Día:  SAN SABAS



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