jueves, 9 de septiembre de 2021

EVANGELIO DEL DIA VIERNES 10 DE SEPTIEMBRE DE 2021

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VIERNES 23 DEL TIEMPO ORDINARIO


Texto del Evangelio (Lc 6,39-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

«Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, las palabras del Evangelio nos hacen reflexionar sobre la importancia del ejemplo y de procurar para los otros una vida ejemplar. En efecto, el dicho popular dice que «“Fray Ejemplo” es el mejor predicador», u otro que afirma que «más vale una imagen que mil palabras». No olvidemos que, en el cristianismo, todos —¡sin excepción!— somos guías, ya que el Bautismo nos confiere una participación en el sacerdocio (mediación salvadora) de Cristo: en efecto, todos los bautizados hemos recibido el sacerdocio bautismal. Y todo sacerdocio, además de las misiones de santificar y de enseñar a los demás, incorpora también el munus —la función— de regir o dirigir.


Sí, todos —queramos o no— con nuestra conducta tenemos la oportunidad de llegar a ser un modelo estimulante para aquellos que nos rodean. Pensemos, por ejemplo, en la ascendencia que unos padres tienen sobre sus hijos, los profesores sobre los alumnos, las autoridades sobre los ciudadanos, etc. El cristiano, sin embargo, debe tener una conciencia particularmente viva acerca de todo esto. Pero..., «¿podrá un ciego guiar a otro ciego?» (Lc 6,39).


Para nosotros, cristianos, es como una llamada de atención aquello que los judíos y las primeras generaciones de cristianos decían de Jesucristo: «Todo lo ha hecho bien» (Mc 7,37); «El Señor comenzó a hacer y enseñar» (Hch 1,1).


Debemos procurar traducir en obras aquello que creemos y profesamos de palabra. En una ocasión, el Papa Benedicto XVI, cuando todavía era el Cardenal Ratzinger, afirmaba que «el peligro más amenazador son los cristianismos adaptados», es decir, el caso de aquellas personas que de palabra se profesan católicas pero que, en la práctica, con su conducta, no manifiestan el “radicalismo” propio del Evangelio.


Ser radicales no equivale a fanáticos (ya que la caridad es paciente y tolerante) ni a exagerados (pues en cuestiones de amor no es posible exagerar). Como ha afirmado San Juan Pablo II, «el Señor crucificado es un testimonio insuperable de amor paciente y de humilde mansedumbre»: no se trata ni de un fanático ni de un exagerado. Pero sí que es radical, tanto que nos hace decir con el centurión que asistió a su muerte: «Verdaderamente este hombre era justo» (Lc 23,47).


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

La buena lectura

Buenos días, amigo/a.

En un arrebato lírico, el poeta mejicano Amado Nervo dijo que los libros son: “Urnas de ideas, arcas de ensueño, flor de la vida consciente, cofres místicos que custodian el pensamiento humano”. Son todo eso y mucho más. Por lo tanto, es vital para tu cultura que sepas acercarte a los buenos libros con el deseo de asimilar sus mensajes. Varios pensamientos sobre el tema:

“Algunos libros son probados, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos”, dijo el filósofo Francis Bacon. El pensador americano Emerson comprobó que “en muchas ocasiones la lectura de un libro ha abierto el camino del éxito a un hombre, decidiendo el curso de su vida”. El historiador inglés Tomás Carlyle opinaba que “La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros”. Al orador romano Cicerón le parecía que “un hogar sin libros era como un cuerpo sin alma”. Juan XXIII escribió para su uso personal un “Decálogo de la Serenidad”. Uno de esos propósitos dice: “Sólo por hoy tendré diez minutos de buena lectura”.

Muchos no ejercitan la mente, atrapados por las imágenes televisivas. Sin desconocer cuanto puede aportar la pantalla hogareña, es notable el valor del libro para el desarrollo de la inteligencia. Por otra parte, la lectura da solaz al espíritu. El autor místico Kempis confesó: “He buscado en todas partes el sosiego, y no lo he encontrado sino sentado en un rincón con un libro entre las manos”. Piénsalo y da pasos en la buena dirección. P. Natalio


Santoral del Día:  SAN NICOLAS DE TOLENTINO



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