sábado, 17 de noviembre de 2018

Evangelio del Día - 17/11/2018

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Día litúrgico: Sábado XXXII del tiempo ordinario

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 18,1-8): En aquel tiempo, Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».

Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».

«Es preciso orar siempre sin desfallecer»

+ Rev. D. Joan FARRÉS i Llarisó
(Rubí, Barcelona, España)

Hoy, en los últimos días del año litúrgico, Jesús nos exhorta a orar, a dirigirnos a Dios. Podemos pensar cómo los padres y madres de familia esperan que —¡todos los días!— sus hijos les digan algo, que les muestren su afecto amoroso.

Dios, que es Padre de todos, también lo espera. Jesús nos lo dice muchas veces en el Evangelio, y sabemos que hablar con Dios es hacer oración. La oración es la voz de la fe, de nuestra creencia en Él, también de nuestra confianza, y ojalá fuera también siempre manifestación de nuestro amor.

A fin de que nuestra oración sea perseverante y confiada, dice san Lucas, que «Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Sabemos que la oración se puede hacer alabando al Señor o dando gracias, o reconociendo la propia debilidad humana —el pecado—, implorando la misericordia de Dios, pero la mayoría de las veces será de petición de alguna gracia o favor. Y, aunque no se consiga de momento lo que se pide, sólo el poder dirigirse a Dios, el hecho de poder contarle a ese Alguien la pena o la preocupación, ya será la consecución de algo, y seguramente —aunque no de inmediato, sino en el tiempo—, obtendrá respuesta, porque «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche (...)?» (Lc 18,7).

San Juan Clímaco, a propósito de esta parábola evangélica, dice que «aquel juez que no temía a Dios, cede ante la insistencia de la viuda para no tener más la pesadez de escucharla. Dios hará justicia al alma, viuda de Él por el pecado, frente al cuerpo, su primer enemigo, y frente a los demonios, sus adversarios invisibles. El Divino Comerciante sabrá intercambiar bien nuestras buenas mercancías, poner a disposición sus grandes bienes con amorosa solicitud y estar pronto a acoger nuestras súplicas».

Perseverancia en orar, confianza en Dios. Decía Tertuliano que «sólo la oración vence a Dios».

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

¿Qué mármol prefiere?
Buenos días, amigo/a.

Jorge Manrique en sus conocidas coplas, subraya que la muerte llega a todos: rico o pobre, rey o plebeyo: “Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros, medianos y más chicos, allegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos”.

Se sabe que en Constantinopla, cuando se coronaba a un nuevo emperador, había una ceremonia significativa en medio de los festejos. Después de recibir prolongados aplausos y ovaciones de la multitud agrupada en la gran plaza frente al palacio, se hacía un silencio absoluto. Un humilde marmolista se acercaba al trono y preguntaba al emperador: —De estos tipos de mármol, ¿cuál prefiere su Majestad Imperial para su sepulcro? Era un oportuno llamado de atención al soberano para que gobernara con sabiduría y prudencia, pues debería dar cuenta de sus actos ante Dios y la historia.

Pensar en la muerte es valioso si te motiva a vivir con sabiduría e intensidad. La vida del cristiano es un confiado caminar hacia la Casa del Padre, y la muerte es la puerta. Junto a ella está esperando Dios Padre para introducirte en la eterna fiesta de su amor. En una lápida se leía: “Vive moriturus”, vive como quien debe morir. P. Natalio.

Santoral del Día:  SANTA ISABEL DE HUNGRIA


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