Día litúrgico: Martes XXXIII del tiempo ordinario
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 19,1-10): En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa». Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.
Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador». Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo». Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».
«El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido»
Rev. D. Enric RIBAS i Baciana
(Barcelona, España)
Hoy, Zaqueo soy yo. Este personaje era rico y jefe de publicanos; yo tengo más de lo que necesito y quizás muchas veces actúo como un publicano y me olvido de Cristo. Jesús, entre la multitud, busca a Zaqueo; hoy, en medio de este mundo, me busca a mí precisamente: «Baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa» (Lc 19,5).
Zaqueo desea ver a Jesús; no lo conseguirá si no se esfuerza y sube al árbol. ¡Quisiera yo ver tantas veces la acción de Dios!, pero no sé si verdaderamente estoy dispuesto a hacer el ridículo obrando como Zaqueo. La disposición del jefe de publicanos de Jericó es necesaria para que Jesús pueda actuar; y, si no se apremia, quizás pierda la única oportunidad de ser tocado por Dios y, así, ser salvado. Quizás yo he tenido muchas ocasiones de encontrarme con Jesús y quizás ya va siendo hora de ser valiente, de salir de casa, de encontrarme con Él y de invitarle a entrar en mi interior, para que Él pueda decir también de mí: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,9-10).
Zaqueo deja entrar a Jesús en su casa y en su corazón, aunque no se sienta muy digno de tal visita. En él, la conversión es total: empieza con la renuncia a la ambición de riquezas, continúa con el propósito de compartir sus bienes y acaba con la resolución de hacer justicia, corrigiendo los pecados que ha cometido. Quizás Jesús me está pidiendo algo similar desde hace tiempo, pero yo no quiero escucharle y hago oídos sordos; necesito convertirme.
Decía san Máximo: «Nada hay más querido y agradable a Dios como que los hombres se conviertan a Él con un arrepentimiento sincero». Que Él me ayude hoy a hacerlo realidad.
REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:
La difamación
Buenos días, amigo/a.
Difamar —lo mismo que calumniar— consiste en quitar la buena fama a una persona propagando una falta que no cometió. Es una mentira que causa un daño o menoscabo, a veces gravísimo, en un bien tan apreciado como el buen nombre que alguien goza en la sociedad. La envidia suele ser el origen de este injusto proceder.
Un día, el juez pidió a Nasrudín que le ayudara a resolver un problema legal.
— ¿Cómo me sugerirías que castigue a un difamador?
—Córtales las orejas a todos los que escuchan sus mentiras –replicó el sabio sufí.
La respuesta de Nasrudín —en verdad un disparate— sirve para subrayar un aspecto muy descuidado: lo correcto es cultivar la escucha prudente de lo que lesiona la fama de las personas. Debes exigir pruebas fehacientes de testigos honestos. La Biblia narra cómo el profeta Daniel salvó a Susana calumniada por dos ancianos corruptos. P. Natalio.
Santoral del Dia: SAN FELIX DE VALOIS
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