viernes, 21 de junio de 2019

Evangelio del Día - 21/06/2019

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Día litúrgico: Viernes XI del tiempo ordinario

Santoral 21 de Junio: San Luis Gonzaga, religioso

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mt 6,19-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

»La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!».

«Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben»

Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés
(Tarragona, España)

Hoy, el Señor nos dice que «la lámpara del cuerpo es el ojo» (Mt 6,22). Santo Tomás de Aquino entiende que con esto —al hablar del ojo— Jesús se refiere a la intención del hombre. Cuando la intención es recta, lúcida, encaminada a Dios, todas nuestras acciones son brillantes, resplandecientes; pero cuando la intención no es recta, ¡que grande es la oscuridad! (cf. Mt 6, 23).

Nuestra intención puede ser poco recta por malicia, por maldad, pero más frecuentemente lo es por falta de sensatez. Vivimos como si hubiésemos venido al mundo para amontonar riquezas y no tenemos en la cabeza ningún otro pensamiento. Ganar dinero, comprar, disponer, tener. Queremos despertar la admiración de los otros o tal vez la envidia. Nos engañamos, sufrimos, nos cargamos de preocupaciones y de disgustos y no encontramos la felicidad que deseamos. Jesús nos hace otra propuesta: «Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben» (Mt 6,20). El cielo es el granero de las buenas acciones, esto sí que es un tesoro para siempre.

Seamos sinceros con nosotros mismos, ¿en qué empleamos nuestros esfuerzos, cuáles son nuestros afanes? Ciertamente, es propio del buen cristiano estudiar y trabajar honradamente para abrirse paso en el mundo, para sacar adelante la familia, asegurar el futuro de los suyos y la tranquilidad de la vejez, trabajar también por el deseo de ayudar a los otros... Sí, todo esto es propio de un buen cristiano. Pero si aquello que tú buscas es tener más y más, poniendo el corazón en estas riquezas, olvidándote de las buenas acciones, olvidándote de que en este mundo estamos de paso, que nuestra vida es una sombra que pasa, ¿no es cierto que —entonces— tenemos el ojo oscurecido? Y si el sentido común se enturbia, «¡qué oscuridad habrá!» (Mt 6,23).

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Dios de la tierra y del cielo
Buenos días, amigo/a

En este inspirado himno pides a Dios “salir de las vanidades”. Las vanidades del hombre son esas frivolidades, completamente intrascendentes, que no pocas veces acaparan tiempo y fatiga, mientras dejas en la penumbra tus auténticas prioridades que merecen una dedicación y entusiasmo incansables.

Dios de la tierra y del cielo, que, por dejarlas más claras, las grandes aguas separas,
pones un límite al cielo.

Tú que das cauce al riachuelo y alzas la nube a la altura, tú que, en cristal de frescura,

sueltas las aguas del río sobre las tierras de estío, sanando su. quemadura,

danos tu gracia, piadoso, para que el viejo pecado no lleve al hombre engañado
a sucumbir a su acoso.

Hazlo en la fe luminoso, alegre en la austeridad y hágalo tu claridad salir de sus vanidades;
dale, Verdad de verdades, el amor a tu verdad. Amén.

Y concluye el poema con una sólida súplica: “dame el amor a tu verdad”. La verdad de Dios, es su voluntad, su camino, sus palabras. Este concepto está ampliamente desarrollado en el salmo 119. Por ejemplo: “Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón; guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo. Dame vida con tu palabra”. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN LUIS DE GONZAGA


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