lunes, 30 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Martes 1 de Diciembre de 2020

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https://youtu.be/OpcGiM3ZT6Q


Martes I de Adviento


Texto del Evangelio (Lc 10,21-24): En aquel momento, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

«Te bendigo, Padre»


Abbé Jean GOTTIGNY

(Bruxelles, Bélgica)

Hoy leemos un extracto del capítulo 10 del Evangelio según san Lucas. El Señor ha enviado a setenta y dos discípulos a los lugares adonde Él mismo ha de ir. Y regresan exultantes. Oyéndoles contar sus hechos y gestas, «Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’» (Lc 10,21).


La gratitud es una de las facetas de la humildad. El arrogante considera que no debe nada a nadie. Pero para estar agradecido, primero, hay que ser capaz de descubrir nuestra pequeñez. “Gracias” es una de las primeras palabras que enseñamos a los niños. «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes, y se las has revelado a los pequeños» (Lc 10,21).


Benedicto XVI, al hablar de la actitud de adoración, afirma que ella presupone un «reconocimiento de la presencia de Dios, Creador y Señor del universo. Es un reconocimiento lleno de gratitud, que brota desde lo más hondo del corazón y abarca todo el ser, porque el hombre sólo puede realizarse plenamente a sí mismo adorando y amando a Dios por encima de todas las cosas».


Un alma sensible experimenta la necesidad de manifestar su reconocimiento. Es lo único que los hombres podemos hacer para responder a los favores divinos. «¿Qué tienes que no hayas recibido?» (1Cor 4,7). Desde luego, nos hace falta «dar gracias a Dios Padre, a través de su Hijo, en el Espíritu Santo; con la gran misericordia con la que nos ha amado, ha sentido lástima por nosotros, y cuando estábamos muertos por nuestros pecados, nos ha hecho revivir con Cristo para que seamos en Él una nueva creación» (San León Magno).


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Tu presencia me envuelve

Buenos días, amigo/a.

Cuando san Pablo habló a los atenienses en el Areópago, al referirse a Dios expresó que en él “vivimos, nos movemos y existimos”. Es una verdad de nuestra fe que Dios está en todas partes y, por lo tanto, su presencia nos envuelve y penetra enteramente. En una valiosa oración el P. V. Fernández te ayuda a meditar esta realidad. Saca de ella fuerza que restaure tu vida.

Señor, tú eres vida, tú eres necesario para mí como el aire que respiro. Te doy gracias por el don de la vida, porque es maravilloso existir. Te adoro, Señor, porque, así como el aire me rodea y penetra en mí, así también estoy rodeado por ti, me envuelves con tu presencia, lleno de vida y de alegría, me penetras con tu gracia y me transformas con tu presencia. Y junto con el aire que sale de mis pulmones, llévate todo lo que no me hace feliz, arroja fuera de mí toda impureza espiritual, expulsa todas mis angustias y tristezas, todos mis rencores y malos recuerdos, todo egoísmo y toda mala intención. Llévate todo, Dios mío, y déjame sólo tu gracia, tu vida. Quédate tú invadiendo todo mi ser y reinando en mí con tu gozo en medio de mis tareas. Amén.

Con los ojos cerrados, respirando lentamente, repite varias veces al espirar el aire de tus pulmones: “Llévate, Señor, mis angustias y tristezas, mis rencores y egoísmos”;  y luego al inspirar el aire, añade: “Lléname, Señor, con tu gracia y fortaleza, con tu paz y alegría”. Te deseo de corazón un día de mucha paz. P. Natalio.


Santoral del Día:  BEATO CARLOS DE FOUCAULD



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domingo, 29 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Lunes 30 de Noviembre de 2020

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https://youtu.be/ceyCI3m8Sc4


30 de Noviembre: San Andrés, apóstol


Texto del Evangelio (Mt 4,18-22): En aquel tiempo, caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, Le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, Le siguieron.

«Os haré pescadores de hombres»


Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL

(Roma, Italia)

Hoy es la fiesta de san Andrés apóstol, una fiesta celebrada de manera solemne entre los cristianos de Oriente. Fue uno de los dos primeros jóvenes que conocieron a Jesús a la orilla del río Jordán y que tuvieron una larga conversación con Él. Enseguida buscó a su hermano Pedro, diciéndole «Hemos encontrado al Mesías» y lo llevó a Jesús (Jn 2,41). Poco tiempo después, Jesús llamó a estos dos hermanos pescadores amigos suyos, tal como leemos en el Evangelio de hoy: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres» (Mt 4,19). En el mismo pueblo había otra pareja de hermanos, Santiago y Juan, compañeros y amigos de los primeros, y pescadores como ellos. Jesús los llamó también a seguirlo. Es maravilloso leer que ellos lo dejaron todo y le siguieron “al instante”, palabras que se repiten en ambos casos. A Jesús no se le ha de decir: “después”, “más adelante”, “ahora tengo demasiado trabajo”...


También a cada uno de nosotros —a todos los cristianos— Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos —esto significa dejarlo todo, no tener nada como propio— para que, viviendo con Él las tareas de nuestro trabajo profesional y de nuestra familia, seamos “pescadores de hombres”. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo. Este Padre y Doctor de la Iglesia dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, «lo llevó a la misma fuente de la luz», que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir ayudar a quienes nos rodean en la familia y en el trabajo a que encuentren a Cristo que es la única luz para nuestro camino.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:   

Despierta al gigante dormido

Buenos días, amigo/a.

Tu vida es el resultado de tus pensamientos habituales. Sí, si tienes pensamientos felices, serás feliz. Si tienes pensamientos desdichados, serás desdichado. Si tienes pensamientos temerosos, tendrás miedo. Si piensas en el fracaso, seguramente fracasarás. Según pienses en tu corazón, así serás. Aquí tienes algunas frases para favorecer pensamientos positivos.


- Creo realmente en mí mismo: en mis habilidades, en mis talentos, en mis capacidades, en los grandes dones que el Señor me ha dado. ¡Soy su milagro más grande!

- Hoy despertaré al gigante dormido que hay dentro de mí. Floreceré donde Dios me ha plantado, aunque sea en la roca.

- Porque confío en Jesús, tengo nueva vida y se renuevan mis fuerzas. Tengo alas como las águilas... Camino y no me fatigo. Corro y no me agoto (Isaías, 40,31).

- La alegría del Señor es mi fuerza: cultivaré la alegría, la cordialidad, el buen humor.

- El Señor es mi fuerza y mi energía. Su bondad y misericordia me acompañan. Ningún mal temeré, porque tú, Señor, vas conmigo.


Repite estas frases especialmente cuando te asalten emociones negativas que amenazan tu alegría, tu paz, la confianza en ti mismo. Son un ejemplo, tú también puedes seleccionar de la Biblia y de tus lecturas otras semejantes. Vigílate hoy para eliminar desde el comienzo todo sentimiento negativo. Que pases un día de serena alegría y buena autoestima. P. Natalio.


Santoral del Día:  SAN ANDRES - APOSTOL



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sábado, 28 de noviembre de 2020

Evangelio del día Domingo 29 de Noviembre de 2020

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Domingo I (B) de Adviento


Texto del Evangelio (Mc 13,33-37): En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!».

«A todos lo digo: ¡Velad!»


Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa

(Barcelona, España)

Hoy iniciamos con toda la Iglesia un nuevo Año Litúrgico con el primer domingo de Adviento. Tiempo de esperanza, tiempo en el cual se renueva en nuestros corazones el recuerdo de la primera venida del Señor, en humildad y ocultación, y se renueva el anhelo del retorno de Cristo en gloria y majestad.


Este domingo de Adviento está profundamente marcado por una llamada a la vigilancia. San Marcos incluye hasta tres veces en las palabras de Jesús el mandamiento de “velar”. Y la tercera vez lo hace con una cierta solemnidad: «Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!» (Mc 13,37). No es sólo una recomendación ascética, sino una llamada a vivir como hijos de la luz y del día.


Esta llamada está dirigida no solamente a sus discípulos, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, como una exhortación que nos recuerda que la vida no tiene sólo una dimensión terrenal, sino que está proyectada hacia un “más allá”. El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, dotado de libertad y responsabilidad, capaz de amar, tendrá que rendir cuentas de su vida, de cómo ha desarrollado las capacidades y talentos que de Dios ha recibido; si los ha guardado egoístamente, o si los ha hecho fructificar para la gloria de Dios y al servicio de los hermanos.


La disposición fundamental que hemos de vivir y la virtud que hemos de ejercitar es la esperanza. El Adviento es, por excelencia, el tiempo de esperanza, y la Iglesia entera está llamada a vivir en la esperanza y a llegar a ser un signo de esperanza para el mundo. Nos preparamos para conmemorar la Navidad, el inicio de su venida: la Encarnación, el Nacimiento, su paso por la tierra. Pero Jesús no nos ha dejado nunca; permanece con nosotros de diversas maneras hasta la consumación de los siglos. Por esto, «¡con Jesucristo siempre nace y renace la alegría!» (Papa Francisco).


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Actúa con objetividad

Buenos días, amigo/a.

Los prejuicios son un obstáculo frecuente para llegar a la verdad. Son como una rutina del pensamiento, que se adelanta a juzgar, sin base real. Hay prejuicios personales, y los hay familiares, nacionales, raciales, religiosos, etc., que cierran la mente a la realidad, a la objetividad. Y convivimos con errores. La anécdota de hoy viene muy al caso.

Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudieron tener un hijo. Para no sentirse solos compraron un perrito y lo amaron como si fuera un hijo. El cachorro creció y llegó a ser un grande y hermoso ejemplar. En más de una ocasión salvó a la pareja de los ladrones y siempre fue muy fiel. Pasaron siete años y la pareja tuvo el hijo tan ansiado. Estaban tan contentos con su hijito que olvidaron un poco al perro. Éste, al sentirse relegado, comenzó a sentir celos del bebé. Ya no era el perro cariñoso y fiel de antes. Un día, la pareja dejó al bebé plácidamente dormido en la cuna y fueron a la terraza a preparar un asado. ¡Cuál no fue su sorpresa! Cuando se dirigían al cuarto del bebé, ven al perro en el pasillo con la boca ensangrentada, moviendo su cola. El esposo pensó lo peor, sacó el arma que llevaba y en el acto mató al perro. Corre al cuarto del bebé y encuentra una gran serpiente sin cabeza. El dueño se puso a llorar y exclamó: ¡He matado a mi perro fiel!

La lección es simple y terminante: nunca te dejes llevar por los primeros impulsos. Tómate tiempo para calmarte. Verás mejor y objetivamente. Y no tendrás que lamentar tristes errores. Esto aplícalo también al concepto que nos formamos de nuestros prójimos. P. Natalio.


Santoral del Día:  SAN GREGORIO



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viernes, 27 de noviembre de 2020

Evangelio del día Sábado 28 de noviembre de 2020

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Sábado XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,34-36): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre».

«Estad en vela (...) orando en todo tiempo»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, último día del tiempo ordinario, Jesús nos advierte con meridiana claridad sobre la suerte de nuestro paso por esta vida. Si nos empeñamos, obstinadamente, en vivir absortos por la inmediatez de los afanes de la vida, llegará el último día de nuestra existencia terrena tan de repente que la misma ceguera de nuestra glotonería nos impedirá reconocer al mismísimo Dios, que vendrá (porque aquí estamos de paso, ¿lo sabías?) para llevarnos a la intimidad de su Amor infinito. Será algo así como lo que le ocurre a un niño malcriado: tan entretenido está con “sus” juguetes, que al final olvida el cariño de sus padres y la compañía de sus amigos. Cuando se da cuenta, llora desconsolado por su inesperada soledad.


El antídoto que nos ofrece Jesús es igualmente claro: «Estad en vela, pues, orando en todo tiempo» (Lc 21,36). Vigilar y orar... El mismo aviso que les dio a sus Apóstoles la noche en que fue traicionado. La oración tiene un componente admirable de profecía, muchas veces olvidado en la predicación, es decir, de pasar del mero “ver” al “mirar” la cotidianeidad en su más profunda realidad. Como escribió Evagrio Póntico, «la vista es el mejor de todos los sentidos; la oración es la más divina de todas las virtudes». Los clásicos de la espiritualidad lo llaman “visión sobrenatural”, mirar con los ojos de Dios. O lo que es lo mismo, conocer la Verdad: de Dios, del mundo, de mí mismo. Los profetas fueron, no sólo los que “predecían lo que iba a venir”, sino también los que sabían interpretar el presente en su justa medida, alcance y densidad. Resultado: supieron reconducir la historia, con la ayuda de Dios.


Tantas veces nos lamentamos de la situación del mundo. —¿Adónde iremos a parar?, decimos. Hoy, que es el último día del tiempo ordinario, es día también de resoluciones definitivas. Quizás ya va siendo hora de que alguien más esté dispuesto a levantarse de su embriaguez de presente y se ponga manos a la obra de un futuro mejor. ¿Quieres ser tú? Pues, ¡ánimo!, y que Dios te bendiga.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Dios cuenta contigo

Buenos días, amigo/a.

El Señor te ha dado el don inapreciable de la libertad, por el cual puedes tomar con responsabilidad tus decisiones. Por lo tanto, si quieres, puedes realizarte desarrollando las posibilidades de hacer el bien que están a tu alcance.


Sólo Dios puede dar la fe, pero tú puedes dar tu testimonio.

Sólo Dios puede dar la esperanza, pero tú puedes transmitir esperanza a tus hermanos.

Sólo Dios puede dar amor, pero tú puedes enseñar a amar a los demás.

Sólo Dios es el camino, pero tú puedes mostrárselo a los demás.

Sólo Dios es la luz, pero tú puedes alumbrarles el camino a tus semejantes.

Sólo Dios es la vida, pero tú puedes devolverles a muchos el deseo de vivir.

Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible, pero tú puedes hacer lo que es posible.

Sólo Dios se basta a sí mismo, pero él prefiere contar contigo.


Dios enseñó a Aarón con qué palabras debían bendecir los sacerdotes de Israel: “Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz”. La gracia de Dios es el conjunto de sus dones: fe, esperanza, amor, paz… con los cuales debes colaborar en el proyecto divino. Porque él cuenta contigo. P. Natalio.


Santoral del Día:  SANTA CATALINA LABOURE



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jueves, 26 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Viernes 27 de noviembre de 2020

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https://youtu.be/WTHey7o4Eck


Viernes XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

«Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca»


Diácono D. Evaldo PINA FILHO

(Brasilia, Brasil)

Hoy somos invitados por Jesús a ver las señales que se muestran en nuestro tiempo y época y, a reconocer en ellas la cercanía del Reino de Dios. La invitación es para que fijemos nuestra mirada en la higuera y en otros árboles —«Mirad la higuera y todos los árboles» (Lc 21,29)— y para fijar nuestra atención en aquello que percibimos que sucede en ellos: «Al verlos, sabéis que el verano está ya cerca» (Lc 21,30). Las higueras empezaban a brotar. Los brotes empezaban a surgir. No era apenas la expectativa de las flores o de los frutos que surgirían, era también el pronóstico del verano, en el que todos los árboles "empiezan a brotar".


Según Benedicto XVI, «la Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo». En efecto, «realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo». Esa Palabra viva que nos muestra el verano como señal de proximidad y de exuberancia de la luminosidad es la propia Luz: «Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). En ese sentido, «ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro (...) que podemos ver: Jesús de Nazaret» (Benedicto XVI).


La comunicación de Jesús con el Padre fue perfecta; y todo lo que Él recibió del Padre, Él nos lo dio, comunicándose de la misma forma con nosotros. De esta manera, la cercanía del Reino de Dios, —que manifiesta la libre iniciativa de Dios que viene a nuestro encuentro— debe movernos a reconocer la proximidad del Reino, para que también nosotros nos comuniquemos con el Padre por medio de la Palabra del Señor —Verbum Domini—, reconociendo en todo ello la realización de las promesas del Padre en Cristo Jesús.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Su padre era sastre

Buenos días, amigo/a

 “No hay trabajo que no tenga importancia. Toda tarea que eleve a la humanidad, es digna e importante, y debería ser asumida con dedicación, buscando la excelencia. Si alguien está llamado a ser barrendero, debería barrer las calles como Miguel Angel pintaba, como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía versos”, (Martin L. King).

El dramaturgo irlandés Bernardo Shaw tenía muchos enemigos en la alta sociedad inglesa. En una reunión que se realizaba en la corte, uno de ellos se le acercó y le preguntó con cierta sorna: —¿No era sastre su padre? El escritor hizo un ademán afirmativo y dijo: —Es cierto. —¿Y por qué no se ha hecho sastre usted también? Shaw sonrió, y a continuación planteó a su interlocutor esta pregunta: —¿No era su padre un caballero? —Sí, lo era en efecto, —replicó el otro. —Entonces, ¿por qué no lo es usted también?

“Ninguna tarea es despreciable, cualquier ocupación merece que pongamos todas nuestras fuerzas y nuestra creatividad en ella, como lo hizo Jesús en Nazaret. Nuestro trabajo puede ser vivido con una gran profundidad espiritual si lo realizamos a la luz del trabajo de Jesús en su vida oculta”, (Víctor Fernández). Que estés orgulloso de tu trabajo. P. Natalio.


Santoral del Día:  BEATO BERNARDINO DE FOSSA



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miércoles, 25 de noviembre de 2020

Evangelio del día Jueves 26 de Noviembre de 2020

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Jueves XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,20-28): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.


»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».

«Cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»


Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet

(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre? «En la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo» (Lc 21,25b-26a). Muchas veces, se ha representado la segunda venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.


Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.


La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Como incienso…

Buenos días, amigo/a

Hoy te presento una oración en forma de responsorio. Es apropiada para ambientarte al empezar a orar: ayuda a ponerse en la presencia del Señor con sentimientos de profunda fe y devoción. Ante todo, revisa su estructura: repetición de la primera frase, engarce de la tercera con la primera. Y la terminación: “Gloria” y primera frase. Es simple.


V. Suba, Señor, a ti mi oración.

R. Suba, Señor, a ti mi oración.


V. Como incienso en tu presencia.

R. A ti mi oración.


V. Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Suba, Señor, a ti mi oración.


Hermoso símbolo de tu oración es el incienso, humo aromático que sube de las resinas esparcidas sobre brasas. De tu corazón ardiente de amor sube tu oración al Dios Altísimo que hace tanto por ti, porque te ama, y está dispuesto a escucharte y enviarte el auxilio oportuno. El aroma de tu oración humilde es agradable al Señor que conoce tu interior. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN LEONARDO DE PUERTO MAURICIO



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martes, 24 de noviembre de 2020

Evangelio del día miércoles 25 de noviembre de 2020

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Miércoles XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,12-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy ponemos atención en esta sentencia breve e incisiva de nuestro Señor, que se clava en el alma, y al herirla nos hace pensar: ¿por qué es tan importante la perseverancia?; ¿por qué Jesús hace depender la salvación del ejercicio de esta virtud?


Porque no es el discípulo más que el Maestro —«seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Lc 21,17)—, y si el Señor fue signo de contradicción, necesariamente lo seremos sus discípulos. El Reino de Dios lo arrebatarán los que se hacen violencia, los que luchan contra los enemigos del alma, los que pelean con bravura esa “bellísima guerra de paz y de amor”, como le gustaba decir a san Josemaría Escrivá, en que consiste la vida cristiana. No hay rosas sin espinas, y no es el camino hacia el Cielo un sendero sin dificultades. De ahí que sin la virtud cardinal de la fortaleza nuestras buenas intenciones terminarían siendo estériles. Y la perseverancia forma parte de la fortaleza. Nos empuja, en concreto, a tener las fuerzas suficientes para sobrellevar con alegría las contradicciones.


La perseverancia en grado sumo se da en la cruz. Por eso la perseverancia confiere libertad al otorgar la posesión de sí mismo mediante el amor. La promesa de Cristo es indefectible: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» (Lc 21,19), y esto es así porque lo que nos salva es la Cruz. Es la fuerza del amor lo que nos da a cada uno la paciente y gozosa aceptación de la Voluntad de Dios, cuando ésta —como sucede en la Cruz— contraría en un primer momento a nuestra pobre voluntad humana.


Sólo en un primer momento, porque después se libera la desbordante energía de la perseverancia que nos lleva a comprender la difícil ciencia de la cruz. Por eso, la perseverancia engendra paciencia, que va mucho más allá de la simple resignación. Más aún, nada tiene que ver con actitudes estoicas. La paciencia contribuye decisivamente a entender que la Cruz, mucho antes que dolor, es esencialmente amor.


Quien entendió mejor que nadie esta verdad salvadora, nuestra Madre del Cielo, nos ayudará también a nosotros a comprenderla.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

La cierva tuerta

Buenos días, amigo/a

Hay en ti dos facultades rectoras que te ayudan a tomar decisiones: la inteligencia y la voluntad. La inteligencia ilumina las razones a favor o en contra, y hace una evaluación de lo que es más conveniente. Entonces tu voluntad, toma la decisión y actúa por lo mejor. A este proceso se lo llama discernimiento. Una fábula para tomar decisiones prudentes.

Una cierva a la que le faltaba un ojo pacía a orillas del mar, volviendo su ojo intacto hacia la tierra para observar la posible llegada de cazadores, y dando al mar el lado que carecía del ojo, pues de allí no esperaba ningún peligro. Pero sucedió que unos pescadores navegaban por ese lugar, y al ver a la cierva la abatieron con sus flechas. Y la cierva agonizando, se dijo para sí: —¡Pobre de mí! Vigilaba la tierra, que creía llena de peligros, y el mar, al que consideraba un refugio, me ha sido mucho más funesto. (Fábula de Esopo).

Como la cierva estamos rodeados de peligros por todas partes: de dentro de nosotros mismos y de afuera, del pasado y del futuro, de la derecha y de la izquierda… es la condición humana. Acepta la realidad y mantente alerta, orando al Señor, para no ser sorprendido por esas oscuras incitaciones al mal que pululan por doquier. P. Natalio.


Santoral del Día:  SANTA CATALINA DE ALEJANDRIA



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lunes, 23 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Martes 24 de noviembre de 2020

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https://youtu.be/4nS7wub3tRo


Martes XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».


Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».

«No quedará piedra sobre piedra»


+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret

(Vic, Barcelona, España)

Hoy escuchamos asombrados la severa advertencia del Señor: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Estas palabras de Jesús se sitúan en las antípodas de una así denominada “cultura del progreso indefinido de la humanidad” o, si se prefiere, de unos cuantos cabecillas tecnocientíficos y políticomilitares de la especie humana, en imparable evolución.


¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Esto nadie lo sabe ni lo puede saber, a excepción, en último término, de una supuesta materia eterna que niega a Dios usurpándole los atributos. ¡Cómo intentan hacernos comulgar con ruedas de molino los que rechazan comulgar con la finitud y precariedad que son propias de la condición humana!


Nosotros, discípulos del Hijo de Dios hecho hombre, de Jesús, escuchamos sus palabras y, haciéndolas muy nuestras, las meditamos. He aquí que nos dice: «Estad alerta, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). Nos lo dice Aquel que ha venido a dar testimonio de la verdad, afirmando que aquellos que son de la verdad escuchan su voz.


Y he aquí también que nos asevera: «El fin no es inmediato» (Lc 21,9). Lo cual quiere decir, por un lado, que disponemos de un tiempo de salvación y que nos conviene aprovecharlo; y, por otro, que, en cualquier caso, vendrá el fin. Sí, Jesús, vendrá «a juzgar a los vivos y a los muertos», tal como profesamos en el Credo.


Lectores de Contemplar el Evangelio de hoy, queridos hermanos y amigos: unos versículos más adelante del fragmento que ahora comento, Jesús nos estimula y consuela con estas otras palabras que, en su nombre, os repito: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestra vida» (Lc 21,19).


Nosotros, dándole cordial resonancia, nos exhortamos los unos a los otros: «¡Perseveremos, que con la mano ya tocamos la cima!».


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

“Mira la Estrella”

Buenos días, amigo/a.

Te ofrezco una inspirada y vibrante exhortación de san Bernardo a confiar en la Virgen María. Que su lectura te ayude a prepararte espiritualmente a la fiesta del 8 de diciembre, la Inmaculada Concepción.

Si se levanta en tu corazón el torbellino de la pasión y tropiezas en el escollo de la tentación, mira la estrella, llama a María. Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia o la imprudencia arrastran violentamente la nave de tu alma, mira a María. Si, perturbado con la memoria de tus pecados, temeroso ante la idea del juicio de Dios, comienzas a hundirte en el fondo de la tristeza y la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tus labios ni de tu corazón; y, para conseguir su ayuda intercesora, no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te desorientarás si la sigues, no te perderás si piensas en ella. De la mano de ella no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; llegarás felizmente a puerto si ella te ampara.

Una sugerencia: cualquier fin de semana puedes programar una visita con tu familia o con algún amigo a la Gruta de Nuestra Señora de Lourdes en Alta Gracia. Cuando se apareció a Bernardita le dijo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Puedes también pasar unas horas de descanso y esparcimiento junto al arroyo cercano. Santa María te proteja. P. Natalio.


Santoral del Día:  SAN ANDRES DUNG-LAC Y MARTIRES



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domingo, 22 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Lunes 23 de Noviembre de 2020

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Lunes XXXIV del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 21,1-4): En aquel tiempo, alzando la mirada, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir».

«Ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir»


Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez

(Barcelona, España)

Hoy, como casi siempre, las cosas pequeñas pasan desapercibidas: limosnas pequeñas, sacrificios pequeños, oraciones pequeñas (jaculatorias); pero lo que aparece como pequeño y sin importancia muchas veces constituye la urdimbre y también el acabado de las obras maestras: tanto de las grandes obras de arte como de la obra máxima de la santidad personal.


Por el hecho de pasar desapercibidas esas cosas pequeñas, su rectitud de intención está garantizada: no buscamos con ellas el reconocimiento de los demás ni la gloria humana. Sólo Dios las descubrirá en nuestro corazón, como sólo Jesús se percató de la generosidad de la viuda. Es más que seguro que la pobre mujer no hizo anunciar su gesto con un toque de trompetas, y hasta es posible que pasara bastante vergüenza y se sintiera ridícula ante la mirada de los ricos, que echaban grandes donativos en el cepillo del templo y hacían alarde de ello. Sin embargo, su generosidad, que le llevó a sacar fuerzas de flaqueza en medio de su indigencia, mereció el elogio del Señor, que ve el corazón de las personas: «De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir» (Lc 21,3-4).


La generosidad de la viuda pobre es una buena lección para nosotros, los discípulos de Cristo. Podemos dar muchas cosas, como los ricos «que echaban sus donativos en el arca del Tesoro» (Lc 21,1), pero nada de eso tendrá valor si solamente damos “de lo que nos sobra”, sin amor y sin espíritu de generosidad, sin ofrecernos a nosotros mismos. Dice san Agustín: «Ellos ponían sus miradas en las grandes ofrendas de los ricos, alabándolos por ello. Aunque luego vieron a la viuda, ¿cuántos vieron aquellas dos monedas?... Ella echó todo lo que poseía. Mucho tenía, pues tenía a Dios en su corazón. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca». Bien cierto: si somos generosos con Dios, Él lo será más con nosotros.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

La alegría de dar

Buenos días, amigo/a.

Cada día podemos ser generosos en dar algo a los demás. Con la práctica se va abriendo el corazón poco a poco, y descubrimos, con admiración, que nunca hay pérdida. En cambio, nos fortalecemos y podemos superar el temor de ser vulnerables. Practicar la generosidad ejercita al corazón: cuanto más se da, más se fortalece. He aquí una parábola que lo ilustra.

Un anciano muy avaro, en su lecho de muerte, ordenó a la sirvienta que colocara en su féretro una bolsa repleta de monedas de oro. Cuando su alma llegó al más allá, se vio de repente ante una mesa con platos deliciosos. —Dígame, ¿cuánto valen estos platos: ¿el pan con salmón, las sardinas y las empanadas?, preguntó mientras se le hacía agua la boca. —Todo vale diez pesos, le respondió: —¡Qué barato! Y llenó toda una bandeja con el exquisito menú. Cuando fue a pagar con una moneda de oro, el vendedor apenado hizo una señal negativa con la cabeza y dijo: —Quizá hayas aprendido muchas cosas en la vida, pero lo que no sabes es que aquí sólo aceptamos el dinero que has regalado. 

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás. encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada. P. Natalio.


Santoral del Día: BEATO MIGUEL PRO



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sábado, 21 de noviembre de 2020

Evangelio del Dia Domingo 22 de noviembre de 2020

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Domingo XXXIV del tiempo ordinario: Jesucristo, Rey del Universo (A)


Texto del Evangelio (Mt 25,31-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.


»Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’. Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?’. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’. Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.


»Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis’. Entonces dirán también éstos: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?’. Y Él entonces les responderá: ‘En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo’. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna».

«Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»


P. Antoni POU OSB Monje de Montserrat

(Montserrat, Barcelona, España)

Hoy, Jesús nos habla del juicio definitivo. Y con esa ilustración metafórica de ovejas y cabras, nos hace ver que se tratará de un juicio de amor. «Seremos examinados sobre el amor», nos dice san Juan de la Cruz.


Como dice otro místico, san Ignacio de Loyola en su meditación Contemplación para alcanzar amor, hay que poner el amor más en las obras que en las palabras. Y el Evangelio de hoy es muy ilustrativo. Cada obra de caridad que hacemos, la hacemos al mismo Cristo: «(…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,34-36). Más todavía: «Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).


Este pasaje evangélico, que nos hace tocar con los pies en el suelo, pone la fiesta del juicio de Cristo Rey en su sitio. La realeza de Cristo es una cosa bien distinta de la prepotencia, es simplemente la realidad fundamental de la existencia: el amor tendrá la última palabra.


Jesús nos muestra que el sentido de la realeza -o potestad- es el servicio a los demás. Él afirmó de sí mismo que era Maestro y Señor (cf. Jn 13,13), y también que era Rey (cf. Jn 18,37), pero ejerció su maestrazgo lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13,4 ss.), y reinó dando su vida. Jesucristo reina, primero, desde una humilde cuna (¡un pesebre!) y, después, desde un trono muy incómodo, es decir, la Cruz.


Encima de la cruz estaba el cartel que rezaba «Jesús Nazareno, Rey de los judíos» (Jn 19,19): lo que la apariencia negaba era confirmado por la realidad profunda del misterio de Dios, ya que Jesús reina en su Cruz y nos juzga en su amor. «Seremos examinados sobre el amor».


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Regalo de bodas

Buenos días, amigo/a.

No es común captar la fuerza transformadora que tiene el sacrificio generoso para ayudarnos a crecer espiritualmente. El motivo es simple: porque nos ayuda a vencer nuestro egoísmo, el mayor obstáculo que impide amar de verdad. Una anécdota para ejemplificar.

Narró la Madre Teresa de Calcuta que una vez dos jóvenes fueron a verla y donaron mucho dinero para dar de comer a la gente. Ella en Calcuta daba de comer a nueve mil personas al día. Querían que el dinero se destinara para alimentar a esta gente. Cuando les preguntó de dónde sacaron tanto dinero, ellos le respondieron: “Nos acabamos de casar hace dos días. Antes de la boda, decidimos que no compraríamos trajes para la ceremonia ni para la fiesta. Queremos darles a ustedes el dinero”. Para un hindú de clase alta esto es un escándalo. Después les preguntó: “¿Por qué lo han hecho?”. Ésta fue la extraña respuesta que le dieron: “Nos amamos tanto que queríamos dar algo a otros para comenzar nuestra vida en común con un sacrificio”. Madre Teresa comentaba: “Me impresionó mucho el constatar cómo estas personas estaban hambrientas de Dios”.

Cada uno tiene algo para dar. Dinero, talento, tiempo o una simple oración. La generosidad es una virtud que nos eleva y nos pone en sintonía con nuestra semejanza divina. ”Dios, que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera llamársele así: «El que sirve». Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, o a tu madre?”.  P. Natalio.


Santoral del Día:  SANTA CECILIA



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Evangelio del día Sábado 21 de noviembre de 2020

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Sábado XXXIII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 20,27-40): En aquel tiempo, acercándose a Jesús algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer».


Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».


Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Pues ya no se atrevían a preguntarle nada.

«No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven»


Rev. D. Ramon CORTS i Blay

(Barcelona, España)

Hoy, la Palabra de Dios nos habla del tema capital de la resurrección de los muertos. Curiosamente, como los saduceos, también nosotros no nos cansamos de formular preguntas inútiles y fuera de lugar. Queremos solucionar las cosas del más allá con los criterios de aquí abajo, cuando en el mundo que está por venir todo será diferente: «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (Lc 20,35). Partiendo de criterios equivocados llegamos a conclusiones erróneas.


Si nos amáramos más y mejor, no se nos antojaría extraño que en el cielo no haya el exclusivismo del amor que vivimos en la tierra, totalmente comprensible a causa de nuestra limitación, que nos dificulta el poder salir de nuestros círculos más próximos. Pero en el cielo nos amaremos todos y con un corazón puro, sin envidias ni recelos, y no solamente al esposo o a la esposa, a los hijos o a los de nuestra sangre, sino a todo el mundo, sin excepciones ni discriminaciones de lengua, nación, raza o cultura, ya que el «amor verdadero alcanza una gran fuerza» (San Paulino de Nola).


Nos hace un gran bien escuchar estas palabras de la Escritura que salen de los labios de Jesús. Nos hace bien, porque nos podría ocurrir que, agitados por tantas cosas que no nos dejan ni tiempo para pensar e influidos por una cultura ambiental que parece negar la vida eterna, llegáramos a estar tocados por la duda respecto a la resurrección de los muertos. Sí, nos hace un gran bien que el Señor mismo sea el que nos diga que hay un futuro más allá de la destrucción de nuestro cuerpo y de este mundo que pasa: «Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven» (Lc 20,37-38).


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Porque es tarde

Buenos días, amigo/a

Al fin de una jornada agitada de lucha y de trabajo, nada ayuda tanto a restaurar la paz en el alma como una oración llena de confianza en el Señor. En efecto, en él encontramos un refugio seguro, un guardián siempre vigilante, un pastor que nos acompaña con solícito cuidado.


Porque es tarde, Dios mío, porque anochece ya y se nubla el camino,

porque temo perder las huellas que he seguido, no me dejes tan solo y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde y he buscado el peligro, y escudriñé curioso las cumbres y el abismo, perdóname, Señor, y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti y en hambre de tu trigo ven, siéntate a mi mesa, dígnate ser mi amigo. ¡Qué aprisa cae la tarde...! ¡Quédate conmigo! Amén.


Confiar en Dios que nos ama, es fundamental para aceptar, con ánimo sereno, los contratiempos y dificultades de cada día. Nunca tendrás pruebas superiores a tus fuerzas. El Señor correrá a darte una mano cuando te hundas. Basta que lo invoques con fe y todo redundará para tu mayor bien. P. Natalio.


Santoral del Día:  PRESENTACION DE LA VIRGEN MARIA



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jueves, 19 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Viernes 20 de noviembre de 2020

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Viernes XXXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

«Mi casa será casa de oración»

P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)
Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» («Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).

El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).

En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

El camino de la alegría

 Buenos días, amigo/a.

Michel Quoist en su libro “Triunfo”, —que hace unas décadas llegó a 32 ediciones—, con suma claridad señala el camino de la alegría: el servicio generoso a los demás. No es un pensamiento nuevo, pero lo olvidamos y por lo tanto es oportuno recordarlo. El filósofo griego, Platón, ya lo escribió: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”.

La alegría comienza en el momento mismo en que dejas de buscar tu felicidad, para intentar darla a los demás. Entonces, si estás triste, detente y averigua la causa de tu tristeza. Encontrarás siempre en el fondo de tu corazón la señal de un retorno a ti mismo. No lo aceptes. Ofrece a Dios lo que celosamente te guardabas, luego olvídate de ti mismo y piensa en tu prójimo más cercano. El camino de la felicidad no parte de las personas o de las cosas para llegar a ti, parte siempre de ti para ir a los demás.

Hay estadísticas que afirman que, en el año 2000, el 26% de los argentinos dedicó tiempo y energías al voluntariado solidario, a saber, hubo unos 6 millones de personas sensibles y activas para ayudar a los demás en ONG. Teresa de Calcuta lo enseñó con el ejemplo y la palabra: “Podemos estar ya ahora con Dios en el cielo; podemos ser felices con él en este preciso instante, si amamos como Él ama, si ayudamos como Él ayuda, si damos como Él da, si servimos como Él sirve”. El Señor te ilumine y aliente. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN FELIX DE VALOIS


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miércoles, 18 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Jueves 19 de noviembre de 2020

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https://youtu.be/HSdq67UkjPg


Jueves XXXIII del tiempo ordinario


Texto del Evangelio (Lc 19,41-44): En aquel tiempo, Jesús, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».

«¡Si (...) tú conocieras en este día el mensaje de paz!»


Rev. D. Blas RUIZ i López

(Ascó, Tarragona, España)

Hoy, la imagen que nos presenta el Evangelio es la de un Jesús que «lloró» (Lc 19,41) por la suerte de la ciudad escogida, que no ha reconocido la presencia de su Salvador. Conociendo las noticias que se han dado en los últimos tiempos, nos resultaría fácil aplicar esta lamentación a la ciudad que es —a la vez— santa y fuente de divisiones.


Pero mirando más allá, podemos identificar esta Jerusalén con el pueblo escogido, que es la Iglesia, y —por extensión— con el mundo en el que ésta ha de llevar a término su misión. Si así lo hacemos, nos encontraremos con una comunidad que, aunque ha alcanzado cimas altísimas en el campo de la tecnología y de la ciencia, gime y llora, porque vive rodeada por el egoísmo de sus miembros, porque ha levantado a su alrededor los muros de la violencia y del desorden moral, porque lanza por los suelos a sus hijos, arrastrándolos con las cadenas de un individualismo deshumanizante. En definitiva, lo que nos encontraremos es un pueblo que no ha sabido reconocer el Dios que la visitaba (cf. Lc 19,44).


Sin embargo, nosotros los cristianos, no podemos quedarnos en la pura lamentación, no hemos de ser profetas de desventuras, sino hombres de esperanza. Conocemos el final de la historia, sabemos que Cristo ha hecho caer los muros y ha roto las cadenas: las lágrimas que derrama en este Evangelio prefiguran la sangre con la cual nos ha salvado.


De hecho, Jesús está presente en su Iglesia, especialmente a través de aquellos más necesitados. Hemos de advertir esta presencia para entender la ternura que Cristo tiene por nosotros: es tan excelso su amor, nos dice san Ambrosio, que Él se ha hecho pequeño y humilde para que lleguemos a ser grandes; Él se ha dejado atar entre pañales como un niño para que nosotros seamos liberados de los lazos del pecado; Él se ha dejado clavar en la cruz para que nosotros seamos contados entre las estrellas del cielo... Por eso, hemos de dar gracias a Dios, y descubrir presente en medio de nosotros a aquel que nos visita y nos redime.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Un niño y su barquito


Buenos días, amigo/a

A veces ocurren cosas en nuestra vida que parecen desagradables y sin sentido ni plan; pero, si esperamos un poco, nos daremos cuenta de que cada prueba, cada tribulación, es como una piedra arrojada sobre las quietas aguas de nuestra vida, y nos acercan más a Dios...

Un niño se hizo un barquito de madera y fue a probarlo en el lago, pero el botecito impulsado por una brisa se fue alejando. Apenado corrió a pedirle ayuda a un muchacho mayor que leía tranquilamente. Sin decir nada el joven empezó a recoger piedras y arrojarlas, al parecer en contra del barquito. El pequeño afligido pensó que perdería el bote y que el grandote se estaba burlando de él. Pero luego se dio cuenta que las piedras iban siempre un poco más allá del barquito. Esto generaba una pequeña ola que hacía retroceder el barco hasta la orilla. Cada piedra estaba certeramente calculada y así, por fin el juguete fue traído al alcance del niñito, que, contento y agradecido, volvió a tener en sus manos su pequeño tesoro.

Busca siempre la faz luminosa y positiva de todos los obstáculos y reveses que te presente cada día. No olvides que puedes desarrollar la escondida sabiduría de convertir un menos en más, un fracaso en victoria y una cruz en resurrección y vida. Que pases un día muy apacible. P. Natalio.


Santoral del Día:  SAN CRISPIN DE VITERBO


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