jueves, 19 de noviembre de 2020

Evangelio del Día Viernes 20 de noviembre de 2020

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Viernes XXXIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Lc 19,45-48): En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

«Mi casa será casa de oración»

P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat
(Montserrat, Barcelona, España)
Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» («Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).

El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).

En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

El camino de la alegría

 Buenos días, amigo/a.

Michel Quoist en su libro “Triunfo”, —que hace unas décadas llegó a 32 ediciones—, con suma claridad señala el camino de la alegría: el servicio generoso a los demás. No es un pensamiento nuevo, pero lo olvidamos y por lo tanto es oportuno recordarlo. El filósofo griego, Platón, ya lo escribió: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”.

La alegría comienza en el momento mismo en que dejas de buscar tu felicidad, para intentar darla a los demás. Entonces, si estás triste, detente y averigua la causa de tu tristeza. Encontrarás siempre en el fondo de tu corazón la señal de un retorno a ti mismo. No lo aceptes. Ofrece a Dios lo que celosamente te guardabas, luego olvídate de ti mismo y piensa en tu prójimo más cercano. El camino de la felicidad no parte de las personas o de las cosas para llegar a ti, parte siempre de ti para ir a los demás.

Hay estadísticas que afirman que, en el año 2000, el 26% de los argentinos dedicó tiempo y energías al voluntariado solidario, a saber, hubo unos 6 millones de personas sensibles y activas para ayudar a los demás en ONG. Teresa de Calcuta lo enseñó con el ejemplo y la palabra: “Podemos estar ya ahora con Dios en el cielo; podemos ser felices con él en este preciso instante, si amamos como Él ama, si ayudamos como Él ayuda, si damos como Él da, si servimos como Él sirve”. El Señor te ilumine y aliente. P. Natalio.

Santoral del Día:  SAN FELIX DE VALOIS


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