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MARTES 17 DEL TIEMPO ORDINARIO
Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»
Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu
(Terrassa, Barcelona, España)
Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.
«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración?: ¿es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?.
Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).
Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.
MEMORIAS Y REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:
A partir de hoy…
Buenos días, amigo/a.
Las grandes realizaciones han comenzado por algo simple, accesible, fácil. Para acercarte a la cumbre de una alta montaña, das el primer paso para lograr tu objetivo, y luego con paciencia y gran esperanza sumas pasos en la misma dirección. Como ves, se trata de hacer realidad un bello ideal comenzando de lo concreto e inmediato.
La única manera de salir adelante en la vida es no culpar a los demás de lo que te sucede. Tú eres el arquitecto de tu vida. Y si la vida no te ha sido muy favorable hasta ahora, el futuro puede cambiar y depende especialmente de ti. Si has tenido muchos fracasos, estás en una excelente posición para comenzar una nueva vida, pues eres experto en conocer cómo no deben hacerse las cosas. A partir de hoy tu vida puede tomar uno de dos rumbos. El éxito o el fracaso. La forma de tomar el sendero del triunfo es... ¡dejar de culpar a los demás! Asumir tu propia responsabilidad y virar hacia una actitud mental constructiva y llena de esperanza. (S. Valdivia).
Resultado de un cambio positivo es la maduración personal. Serás maduro cuando tengas la habilidad de controlar la ira y resolver las discrepancias sin violencia. Signo de madurez es también la voluntad de posponer el placer inmediato por un beneficio a largo plazo. Acepta el desafío de cambiar un poco cada día y crecer en valores, sin pausa y sin prisa. P. Natalio.
Santoral del Día: SAN JOAQUIN Y SANTA ANA
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