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DOMINGO 28 DEL TIEMPO ORDINARIO
Texto del Evangelio (Lc 17,11-19): Un día, sucedió que, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.
Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».
«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy podemos comprobar, ¡una vez más!, cómo nuestra actitud de fe puede remover el corazón de Jesucristo. El hecho es que unos leprosos, venciendo la reprobación social que sufrían los que tenían la lepra y con una buena dosis de audacia, se acercan a Jesús y —podríamos decir entre comillas— le obligan con su confiada petición: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lc 17,13).
La respuesta es inmediata y fulminante: «Id y presentaos a los sacerdotes» (Lc 17,14). Él, que es el Señor, muestra su poder, ya que «mientras iban, quedaron limpios» (Lc 17,14).
Esto nos muestra que la medida de los milagros de Cristo es, justamente, la medida de nuestra fe y confianza en Dios. ¿Qué hemos de hacer nosotros —pobres criaturas— ante Dios, sino confiar en Él? Pero con una fe operativa, que nos mueve a obedecer las indicaciones de Dios. Basta un mínimo de sentido común para entender que «nada es demasiado difícil de creer tocando a Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer» (Beato J. H. Newman). Si no vemos más milagros es porque “obligamos” poco al Señor con nuestra falta de confianza y de obediencia a su voluntad. Como dijo san Juan Crisóstomo, «un poco de fe puede mucho».
Y, como coronación de la confianza en Dios, llega el desbordamiento de la alegría y del agradecimiento: en efecto, «uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias» (Lc 17,15-16).
Pero..., ¡qué lástima! De diez beneficiarios de aquel gran milagro, sólo regresó uno. ¡Qué ingratos somos cuando olvidamos con tanta facilidad que todo nos viene de Dios y que a él todo lo debemos! Hagamos el propósito de obligarle mostrándonos confiados en Dios y agradecidos a Él.
MEMORIAS Y REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:
Patinando sobre hielo
Buenos días, amigo/a.
Es maravilloso el número de cosas imposibles que la gente entusiasta y decidida logra realizar. “El entusiasmo es el brillo en nuestros ojos, la vivacidad en nuestro andar, el ímpetu irresistible de nuestra voluntad que nos lleva a realizar nuestras ideas. El entusiasmo es la levadura que hace crecer nuestras esperanzas hasta alcanzar las estrellas”.
En un soleado día de invierno, dos niños patinaban sobre una laguna congelada. Los chicos no vieron que, en el centro de la laguna, volteada por el viento, había una bandera roja que indicaba peligro. Los niños jugaban alegremente, cuando de pronto, el hielo se quebró, y uno cayó al agua. El otro, viendo a su amigo llevado por la corriente y ahogándose, con una piedra empezó a golpear con todas sus fuerzas, hasta quebrar el hielo y salvar a su amigo. Un automovilista que pasaba dio la alarma. Al llegar los bomberos y ver lo sucedido, se preguntaban: —¿Cómo un niño tan pequeño pudo romper un hielo tan grueso? Un anciano presente les dijo: —Yo sé cómo lo hizo. No había nadie aquí para decirle que era imposible lograrlo.
Cuando tu vida se encrespa con alguna tormenta, no pierdas el ánimo, porque hay dentro de ti fuerzas insospechadas. Entre todas sobresale una que debes valorar, entrenar y servirte de ella: la voluntad. El éxito comienza con una voluntad decidida a permanecer firme hasta el fin, ése es el gran regalo de Dios. Utilízalo con humildad y prudencia. P. Natalio.
Santoral del Día: SAN BENITO DE JESUS
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