viernes, 11 de enero de 2019

Evangelio del Día - 11/01/2019

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Día litúrgico: 11 de Enero (Feria del tiempo de Navidad)

Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Jn 5,12-16): Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Él extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio». Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

«Su fama se extendía cada vez más»

Rev. D. Santi COLLELL i Aguirre
(La Garriga, Barcelona, España)

Hoy tenemos una gran responsabilidad en hacer que «su fama» (Lc 5,15) continúe extendiéndose, sobre todo, a todos aquellos y aquellas que no le conocen o que, por diversas razones y circunstancias, se le han alejado.

Pero este contagio no será posible si antes nosotros, cada uno y cada una, no hemos sido capaces de reconocer nuestras propias “lepras” particulares y de acercarnos a Cristo habiendo tomado conciencia de que sólo Él nos puede liberar de manera eficaz de todos nuestros egoísmos, envidias, orgullos y rencores...

Que la fama de Cristo se extienda a todos los rincones de nuestra sociedad depende, en gran medida, de los “encuentros particulares” que hayamos tenido con Él. Cuanto más y más intensamente nos impregnemos de su Evangelio, de su amor, de su capacidad de escuchar, de acoger, de perdonar, de aceptar al otro (por diferente que sea), más capaces seremos de darlo a conocer a nuestro entorno.

El leproso del Evangelio que hoy se lee en la Eucaristía es alguien que ha hecho un doble ejercicio de humildad. El de reconocer cuál es su mal y el de aceptar a Jesús como a su Salvador. Cristo es quien nos da la oportunidad de hacer un cambio radical y profundo en nuestra vida. Ante todo aquello que nos es impedimento para el amor y que se ha enquistado en nuestros corazones y en nuestras vidas, Cristo, con su testimonio de vida y de Vida Nueva, nos propone una alternativa totalmente real y posible. La alternativa del amor, de la ternura, de la misericordia. Jesús, ante quien es diferente a Él (el leproso) no huye, no se lo saca de encima, no lo “factura” a la administración, ni a las instituciones o a las “ong's”. Cristo acepta el reto del encuentro, y al “enfermo” le ofrece aquello que necesita, la curación/purificación.

Nosotros tenemos que ser capaces de ofrecer a los que se acercan a nuestras vidas aquello que hemos recibido del Señor. Pero antes será necesario habernos encontrado con Él y renovar nuestro compromiso de vivir su Evangelio en las pequeñas cosas de cada día.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Pan… con manteca

Buenos días, amigo/a.

La oración humilde y confiada conmueve el corazón de Dios. A nosotros también nos enternecen los niños cuando con encantadora espontaneidad nos piden que les ayudemos a hacer un dibujo, a atarles los cordones de los zapatitos, etc., y no podemos negarnos. Su humilde confianza nos impulsa a prestarles cualquier servicio. Esto sucedió a la niñita Romina.

En un jardín de infantes de un Colegio de Hermanas había una niña, por nombre Romina, muy buena, pero también muy pobre. Un día advirtieron las compañeritas que al rezar el padrenuestro, decía: “Danos hoy nuestro pan de cada día… con manteca”, y se echaron a reír, y fueron a contarlo a la Hermana. Manifestó entonces la niña que, como su madre había quedado viuda con seis hijos, se había visto obligada a suprimir la manteca. Mas la pobre niña no se resignaba a ello; y por eso, al rezar el padrenuestro pedía el pan… con manteca. La religiosa le dijo que podía continuar pidiéndolo al Niño Jesús, pero que no lo hiciera en voz alta, para que no se riesen las demás. Dios oyó la oración de Romina, porque una de las otras niñas contó en su casa lo ocurrido en el colegio y, al saberlo la mamá, procuró enterarse del nombre y dirección de la madre de Romina, y mandó a su empleada doméstica que cada día dejara un paquete de manteca en esa casa. Cuando lo vio, Romina le dijo muy contenta a su madre:

Mamá; ya tenemos aquí la manteca que le he pedido al Niño Dios...

“Si no vuelven ustedes a ser como niños, no entrarán en el Reino de los cielos”, dijo Jesús. Los niños son puros, inocentes, sencillos, sinceros, humildes, confiados. Pidamos al Señor con insistencia que estas cualidades que caracterizan a los pequeños, vayan configurando nuestro corazón para poder ver ese divino rostro que sólo se revelará a los puros de corazón. P. Natalio.

Santoral del Día:  SANTO TOMAS DE CORI


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