viernes, 1 de octubre de 2021

EVANGELIO DEL DIA SABADO 2 DE OCTUBRE DE 2021

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https://youtu.be/L1EB66R1c3o


SABADO 26 DEL TIEMPO ORDINARIO


Texto del Evangelio (Lc 10,17-24): En aquel tiempo, regresaron alegres los setenta y dos, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño; pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos».


En aquel momento, se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».


Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron».

«Se llenó de gozo Jesús en el Espíritu Santo, y dijo: ‘Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra’»


+ Rev. D. Josep VALL i Mundó

(Barcelona, España)

Hoy, el evangelista Lucas nos narra el hecho que da lugar al agradecimiento de Jesús para con su Padre por los beneficios que ha otorgado a la Humanidad. Agradece la revelación concedida a los humildes de corazón, a los pequeños en el Reino. Jesús muestra su alegría al ver que éstos admiten, entienden y practican lo que Dios da a conocer por medio de Él. En otras ocasiones, en su diálogo íntimo con el Padre, también le dará gracias porque siempre le escucha. Alaba al samaritano leproso que, una vez curado de su enfermedad —junto con otros nueve—, regresa sólo él donde está Jesús para darle las gracias por el beneficio recibido.


Escribe san Agustín: «¿Podemos llevar algo mejor en el corazón, pronunciarlo con la boca, escribirlo con la pluma, que estas palabras: ‘Gracias a Dios’? No hay nada que pueda decirse con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad». Así debemos actuar siempre con Dios y con el prójimo, incluso por los dones que desconocemos, como escribía san Josemaría Escrivá. Gratitud para con los padres, los amigos, los maestros, los compañeros. Para con todos los que nos ayuden, nos estimulen, nos sirvan. Gratitud también, como es lógico, con nuestra Madre, la Iglesia.


La gratitud no es una virtud muy “usada” o habitual, y, en cambio, es una de las que se experimentan con mayor agrado. Debemos reconocer que, a veces, tampoco es fácil vivirla. Santa Teresa afirmaba: «Tengo una condición tan agradecida que me sobornarían con una sardina». Los santos han obrado siempre así. Y lo han realizado de tres modos diversos, como señalaba santo Tomás de Aquino: primero, con el reconocimiento interior de los beneficios recibidos; segundo, alabando externamente a Dios con la palabra; y, tercero, procurando recompensar al bienhechor con obras, según las propias posibilidades.


REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO:

Ser llama ardiente

Buenos días, amigo/a.

En el evangelio leemos que Jesús dijo: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura”. El error del hombre consiste en buscar con afán en primer lugar las cosas de la tierra, los intereses propios, mientras le dan a Dios las migajas del su tiempo, de su dedicación, de su amor. Una oración para ser llama ardiente:

Señor, tu dijiste a tus discípulos: “¡Fuego he venido a traer a la tierra, y quiero que se incendie!” Señor, repíteme a mí que no se puede ser tu discípulo si no se tiene llama, si no se tiene ardor. Señor, yo quiero ser como una llama, contagioso y conquistador; quiero ser como ella, avanzar y subir siempre, infatigable y gozoso. Quiero arrojar en tu corazón ardiente, cada hora de cada día, cada una de mis obras: mis horas de trabajo y mis horas de descanso, mis horas de convivencia y mis horas de oración, para que toda mi vida quede abrasada en tu amor. Quiero con tu gracia realizar eso que pedías a tus discípulos: ¡ser llama ardiente!

Para encender tu llama puede ayudarte leer lentamente, el salmo 23 del Buen Pastor, diciendo “Gracias, Señor”, a cada frase del mismo. Sentirás conmoverse tu corazón por el amor delicado y tierno de Dios que te proporciona seguridad, descanso, renovación, defensa, alimento e indefectible amor. P. Natalio.


Santoral del Día:  FIESTA DE LOS ANGELES CUSTODIOS



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