martes, 19 de julio de 2016

Evangelio del Día - 19/7/2016

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Día litúrgico: Martes XVI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 12,46-50): En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

«El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es (...) mi madre»

P. Pere SUÑER i Puig SJ
(Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio se nos presenta, de entrada, sorprendente: «¿Quién es mi madre?» (Mt 12,48), se pregunta Jesús. Parece que el Señor tenga una actitud despectiva hacia María. No es así. Lo que Jesús quiere dejar claro aquí es que ante sus ojos —¡ojos de Dios!— el valor decisivo de la persona no reside en el hecho de la carne y de la sangre, sino en la disposición espiritual de acogida de la voluntad de Dios: «Extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre’» (Mt 12,49-50). En aquel momento, la voluntad de Dios era que Él evangelizara a quienes le estaban escuchando y que éstos le escucharan. Eso pasaba por delante de cualquier otro valor, por entrañable que fuera. Para hacer la voluntad del Padre, Jesucristo había dejado a María y ahora estaba predicando lejos de casa.
Pero, ¿quién ha estado más dispuesto a realizar la voluntad de Dios que María? «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Por esto, san Agustín dice que María, primero acogió la palabra de Dios en el espíritu por la obediencia, y sólo después la concibió en el seno por la Encarnación.
Con otras palabras: Dios nos ama en la medida de nuestra santidad. María es santísima y, por tanto, es amadísima. Ahora bien, ser santos no es la causa de que Dios nos ame. Al revés, porque Él nos ama, nos hace santos. El primero en amar siempre es el Señor (cf. 1Jn 4,10). María nos lo enseña al decir: «Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1,48). A los ojos de Dios somos pequeños; pero Él quiere engrandecernos, santificarnos.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO

Oración de protección


Buenos días, amigo/a.

Se sabe que el santo monje Patricio, apóstol de Irlanda, tuvo que librar un tremenda batalla espiritual contra los druidas, sacerdotes del culto idolátrico que dominaba en la isla. Para protegerse de sus maleficios diabólicos con que lo asediaban, aprendió a blindarse con una poderosa plegaria a Cristo que venció a Satanás en la cruz. Aquí la tienes.

 "Cristo conmigo, Cristo dentro de mí, Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo a mi derecha. Cristo en mi casa, Cristo en la calle, Cristo en el camino, Cristo en mi puesto de trabajo. Cristo en todos los ojos que me ven, Cristo en todos los oídos que me escuchan, Cristo en la boca de todo hombre que me habla, Cristo en el corazón de todo hombre que piensa en mí. Cristo conmigo y yo con Cristo siempre y en todas partes". (San Patricio).

 Puedes copiarla para rezarla como un poderoso escudo y armadura en medio de este mundo bastante asediado por las insidias del Maligno. También te recomiendo el salmo 91 y el 121, en los que se describe a Dios como nuestro alcázar o refugio, y como nuestro guardaespaldas. Que el Señor te proteja y defienda. P. Natalio.


Santoral del Día:          SANTA AUREA DE CORDOBA



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