martes, 26 de julio de 2016

Evangelio del Día - 26/7/2016

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Día litúrgico: Martes XVII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 13,36-43): En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a casa. Y se le acercaron sus discípulos diciendo: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Él respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».

«Explícanos la parábola de la cizaña del campo»

Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu
(Rubí, Barcelona, España)

Hoy, mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar acerca de la convivencia del bien y del mal. El bien y el mal dentro de nuestro corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el mundo.

«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos. Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior. Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero. Cómo puedo ser un apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo es mi oración? ¿Es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?

Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado. Y nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría. El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán. Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).

Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando Dios nos llame a su presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza, de amor. Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que, vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.

REFLEXIONES DEL PADRE NATALIO

Mensaje mariano

Buenos días, amigo/a.

Santa Teresa de Ávila, dio una certera definición de humildad, quizá la mejor que existe: “Una  vez estaba yo meditando por qué razón Jesús nuestro Señor era tan amigo de la humildad, y con toda claridad comprendí esto: la ama tanto porque Dios es la suma Verdad, y la humildad es caminar en la verdad”.

Queridos hijos: hoy vuestra Madre desea hablaros de la humildad. Humildad es todo lo que debéis desear para agradar a vuestro Dios. Humildad es reconoceros hombres pecadores y limitados, y saber ver que los dones que tenéis encuentran su explicación en Dios. Pequeños míos, sabed que lo que permanece a lo largo del tiempo es la belleza del alma. De lo contrario, ¿qué ofreceréis a vuestro Dios? Os serán vanos los títulos, las riquezas, los renombres, si no habéis sido sencillos y habéis aprendido a ver la mano de Dios en todo. Cambiad, buscad siempre la humildad, sobre todo la humildad de espíritu, pues ningún acto es valedero si está viciado de gloria personal.

Nuestra verdad nos debe llevar a un sincero reconocimiento de nuestras virtudes y defectos, capacidades y limitaciones. Nuestra verdad nos hará ver que lo que tenemos lo hemos recibido de la bondad de Dios, y no simplemente porque “hemos estudiado o trabajado mucho”. Recuerda que el Padre revela sus misterios a los humildes y pequeños. P. Natalio.

Santoral del Día:
                
SAN JOAQUIN Y SANTA ANA 
 Padres de la VIRGEN MARIA

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